PONER LA VOZ
Con los testimonios de dos sobrevivientes
y la hermana de un estudiante desaparecido continuó el debate por la Brigada de
San Justo. Nora Liberman, que estuvo 40 días desaparecida en la Brigada con su
esposo Luis Tarquini; Cirila Benítez, referente de la militancia barrial en el Complejo Habitacional 17 de Ciudad
Evita y sobreviviente de 5 CCD de zona oeste; y Elda Rodríguez, hermana del
militante de la UES Enrique “Pluma” Rodríguez desaparecido desde la Brigada San
Justo, le pusieron voz al horror vivido en la última dictadura. Además la
querella de Justicia Ya LA Plata denunció la situación de la domiciliaria del
genocida Leopoldo Luis Baume y volvió a solicitar su revocatoria.
Por HIJOS La Plata
La
audiencia se inició con el relato de NORA
LIBERMAN, quien testimonió por videoconferencia desde Tenerife, España.
Nora es sobreviviente de San Justo, al igual que su esposo LUIS TARQUINI. Ambos son caso en la acusación contra 15 represores
en este debate. La sobreviviente contó que con su marido trabajaban en una
librería que tenían en calle Agüero de Morón. El 5 de abril de 1978 Luis se
había quedado en el local con su hija mayor, mientras Nora llevaba a su hijo
menor a casa de una señora que se lo cuidaba desde hacía poco tiempo. Cuando
regresó al local encontró la puerta cerrada, alguien le abrió y la hizo pasar y
encontró 6 o 7 personas de civil con armas largas que tenían maniatado a Tarquini
y habían separado a su hija. Nora agarró a su hija paro fue apartada y maniatada. Nora recuerda que el que dirigía el
operativo era un represor joven de cabello rubio y tez blanca. Entonces la
pareja fue sacada por separado en el piso de dos autos distintos. A Nora la hicieron
decirles la dirección de su casa. Así hizo. Los llevó hasta la casa de Monseñor
Solari en Morón, donde vivían con sus suegros, donde la madre de Tarquini
presenció el operativo y donde tras diez minutos volvieron a salir con la
pareja secuestrada en viaje de 15 minutos hasta la Brigada de San Justo. Al
bajar a Nora la sacaron tabicada, la hicieron subir una escalera y la tiraron sola
en una pequeña celda ciega. Allí uno de los guardias le ofreció agua o ir al
baño. “En todo ese tiempo estuve esperando que me llevaran a la tortura, pero
no ocurrió”, dijo la testigo. Así estuvo 5 o 6 días hasta que la llevaron a
otra celda con 3 chicas a las que le dijeron que estaba en San Justo y que “eran
del entorno de la militancia de mi marido y ya habían sido torturadas. No
hablábamos mucho, estábamos todas bastante shockeadas, y a mí me venían a amenazar
con llevarme a la parrilla”. Eran Olga Araujo, Amalia Marrón y Elisa Moreno, a
quienes conocía Tarquini de las tareas sociales en el Complejo 17 de Ciudad
Evita. Las tres sobrevivientes y las dos primeras ya dieron testimonio en este
debate. En San Justo distintos represores pasaban a controlarlas, les traían
una comida incomible y las hacían lavar ropa cuyo origen desconocían. En una ocasión
la llevaron a un interrogatorio en una sala del primer piso, donde le
preguntaron por su familia y si militaba, y especialmente por su apellido judío.
En otra oportunidad pudo hablar brevemente con su esposo mientras éste iba al
baño. Otra vez les dijeron que iba a visitar el lugar un alto jefe militar,
entonces las tabicaron a las 4 detenidas, las sentaron alrededor de una mesa y
vivieron la visita de un personaje que habló con las detenidas: ella le dijo
que era madre y que tenía una librería y el represor le respondió con ironía “entre
otras cosas”. De los represores recordó a “King Kong”, que tenía acento
provinciano, “Rubio”, “Teta” y “Víbora”.
Así
pasó Liberman 40 días en la Brigada, y un día le informan que habían liberado a
su esposo, que era “un perejil” y que a ella la liberarían al día siguiente: “pensé
que lo habían matado y que al día siguiente me tocaba a mí”, dijo la testigo. Sin
embargo al otro día, 16 de mayo de 1978, la sacaron en un auto, tabicada, de
noche y la dejaron en cerca de la avenida General Paz con dinero para el boleto
de colectivo. Al llegar a casa de sus suegros éstos le dijeron que su esposo y
sus hijos estaban en la casa de su cuñada. Cuando pudo verlos se enteró que su
hija había sido dejada en un local comercial vecino y su hijo menor había sido
retenido por la familia que lo cuidaba y sólo se lo entregaron a un amigo de su
marido que era militar.
Cuando
pudo hablar con su marido le contó que había sido llevado a San Justo, lo
habían llevado a una celda aislado, lo golpearon, sufrió un simulacro de
fusilamiento y lo torturaron con picana reiteradamente.
Al
referirse a la vida que tuvo que llevar posterior a su liberación dijo que fue “una
vida destrozada, porque realmente estábamos imposibilitados de salir de la casa
de nuestro cuñado, o volver a nuestra casa, y como Luis era italiano, nacido en
Roma, a través del Consulado nos dieron a mí y a mis hijos la ciudadanía en una
semana, nos pagaron los pasajes y salimos a Italia.
Para
finalizar la testigo se refirió a los genocidas imputados en el juicio al decir
“Durante muchos años me he preguntado en qué estadio de la evolución humana estuvo
la gente que nos hizo lo que nos hicieron, cómo fueron capaces de torturar a
tanta gente, de separarlos de sus familias, y qué les prometieron. Si les
prometieron impunidad y poder sobre la vida. Vida que es sagrada y que ellos
nunca respetaron. Y como sé que no están presentes quisiera saber si tienen
hijos qué le contaron a sus hijos, si sus hijos saben o no lo que han hecho. Quiero
que esto sirva para mis hijos y los hijos de mis hijos, para que sepan
reconocer las injusticias, y luchar contra ellas. Para que esto no se vuelva a
repetir. Para que la sangre derramada de la gente que han asesinado sirva para
que las nuevas generaciones sepan hacer una Argentina grande, porque el arma
más fuerte que hay es la Verdad. Agradezco esta oportunidad a todas las organizaciones
de Derechos Humanos. Y mi gran pesar es que mi marido no llegó. Le puse voz
también a Luis Tarquini, porque su corazón quedó muy destrozado y se perdió
esta oportunidad que yo recogí”.
A
continuación se escuchó el testimonio de
CIRILA BENITEZ, sobreviviente de 5 Centros Clandestinos de Detención que
testimonió en este debate por los casos de sus esposo Aureliano Araujo, y
varios familiares más, todos ellos secuestrados y llevados a la Brigada de San
justo.
En
la década del ’70 Cirila fue referente barrial del Complejo habitacional 17 de
Ciudad Evita, y como tal electa presidenta de la Comisión de madres de la Junta
Vecinal del Complejo. Junto a su esposo Aureliano Araujo fueron los principales
impulsores de esa experiencia de organización barrial en La Matanza que fue
especialmente perseguida por el Terrorismo de Estado de la última dictadura.
La
testigo relató que el mismísimo 24 de marzo de 1976 llegó un operativo a su
casa del complejo como a la 1 de la mañana. Un grupo de hombres de civil y armados
entró violentamente a su casa, revisaron todo y preguntaron por su esposo.
Entonces le dijeron que la iban a llevar por “averiguación de antecedentes”. La
tabicaron y le ataron las manos, junto a sus cuñadas Olga y Teresa Araujo y un
muchacho del barrio. Los pusieron en una camioneta y tras un viaje muy corto
las llevaron al Regimiento 3 de La Tablada, ubicado en frente al complejo. Allí
fue alojada sola, estuvo varias horas y fue torturada e interrogada sobre los
nombres de los referentes del barrio. Luego fueron llevados las 4 personas al
CCD “Puente 12”, en Autopista Ricchieri y Ruta 4. En este lugar, al que
identificó porque se lo dijeron otros detenidos y donde estuvo siempre
tabicada, la amenazaron de asesinarla o hacerle daño a sus hijos de 3, 5 y 8
años si no hablaba, en lo que la sobreviviente definió como “una tortura
psicológica”. Tras varios días en Puente 12 fue llevada sola a lo que ella cree
era la Sub comisaría de Laferrere, donde continuó siendo violentada
psicológicamente. Tras esto fue pasada al “Pozo de Banfield” y alojada sola, la
interrogaron sobre sus relaciones sociales y políticas. Después la llevaron a
la Comisaría de Monte Grande, donde compartió celda con tres jóvenes a los que
desconocía y donde continuó el “verdugueo”. Finalmente la pusieron a
disposición del Poder Ejecutivo y la alojaron en la cárcel de Olmos. Después la
llevaron a la cárcel de Devoto, a Coordinación Federal, a la cárcel de Ezeiza y
la liberaron en 1978 con su salida del país a Holanda.
Cirila
contó que la tarea social que desarrollaba en el Complejo 17 se basaba en la
creación de una Junta Vecinal, que presidía su esposo, y la instalación de una
sala sanitaria desde la que ella coordinaba la vacunación de los niños con la
colaboración de los médicos Norberto Liwski, Francisco García Fernández Jorge
Heuman, Raúl Petruch y otros.
Ya
instalada en Holanda se enteró que sus hijos estaban con su hermana y la
anoticiaron del secuestro de su esposo Aureliano Araujo y su concuñado Abel De
León, ocurrido el 8 de abril de 1978. Posteriormente logró que le enviaran a
sus hijos a Holanda. Desde el exterior tomó conocimiento de la misa que se
realizó en marzo del ’78 en la catedral de San justo para pedir por su
liberación y contra su expulsión de país. En esa instancia fueron detenidos
nuevamente sus familiares Teresa y Olga Araujo, el primo de Olga, Estanislao
Araujo, el esposo de y otra decena de militantes y colaboradores del barrio que
fueron todos llevados a la Brigada de San Justo.
Como
se sabe se encuentra agregado a la causa un informe
con base en material de la Dirección de Inteligencia de la bonaerense (DIPPBA)
que detalla que la Delegación de Inteligencia n° 1 de Morón-San Justo venía haciendo
tareas de inteligencia sobre Cirila y otras personas activistas del barrio por
lo menos desde enero de 1976. Allí los represores realizaban una semblanza
completa de Cirila y la sindicaban como organizadora de la ocupación en el
barrio y como militante del PCR. En base a ese informe se desató luego la
cacería.
El
testimonio final de la jornada fue el de
ELDA RODRÍGUEZ, hermana de Enrique Ricardo “Pluma” Rodríguez, militante de
la UES zona oeste desaparecido el 16 de septiembre de 1977 tras ser secuestrado
de la casa de sus padres, Juan ventura Rodríguez y Epifania Ramírez, quienes
fueron asesinados en el operativo.
La
testigo relató que vivía en Ruta 3 Km 30 y esa semana su madre la había
visitado porque ella estaba con paperas. Luego su madre volvió a su casa
de la calle 4 de septiembre al 2.400 en Hurlingham diciendo
que volvería temprano al otro día. Al no regresar, Elda se preocupó,
pero tuvo
que quedarse con sus hijos de 4 años y 10 meses. Sí la visitaron su
hermana, su
cuñada y su hermano más grande. Finalmente el padre de sus hijos le
comentó que había habido un operativo en casa de sus padres. “Ahí empezó
la
nada para mi vida”, dijo Elda “no sabía bien lo que había pasado y
después
supimos por dichos de vecinos que se comunicaron”. Dijo que a través de
un
primo que estaba activo en la Fuerza Aérea en Chamical pudieron conocer
detalles del hecho y que los cuerpos de los padres estaban en la
Comisaría de
Hurlingham. Cuando fueron a esa dependencia les dijeron que los cuerpos
habían
sido llevados al cementerio de Morón. Pese a moverse con rapidez, en el
cementerio descubrieron que ya estaban enterrados como NN.
Por
diversos relatos de vecinos y las averiguaciones de su primo pudieron saber que
en el operativo actuó una patota con un camión en la puerta, que sacaron a sus
padres violentamente a la mitad de la calle y los alternaban sacándolos e
ingresándolos a la casa de a uno. Su madre gritaba que no les hicieran nada y
un vecino que quiso interceder fue amenazado por los represores. Finalmente los
entraron y los asesinaron a tiros en la cocina.
Cuando
los genocidas se retiraron un vecino y amigo del padre ingresó a la casa y vio
que habían sido rematados con un tiro de gracia cada uno.
También
supo que su hermano Enrique “Pluma” Rodríguez estaba en la casa con su
compañero Ricardo “Polenta” Pérez. Ambos tenían 20 años, militaban en la UES y
al ver el operativo quisieron escapar por los fondos, pero fueron secuestrados.
“Pluma” realizaba tareas sociales en la zona, entre ellas teatro barrial con
Alejandro “Indio” Aibar, también militante de la UES, secuestrado y desaparecido
cuatro días después que “Pluma” y “Polenta”.
El episodio ocurrido en la casa de los Rodríguez fue relatado en
2015 ante el tribunal Oral de San Martín en la causa caratulada
“Barberis, Marcelo Eduardo y otros” conocida como Mansión Seré. Allí el soldado
Witold Jorge Nowakowski que “a fines del año 1977 o principios de 1978 un
“hecho de violencia” lo impresionó de sobremanera, ocurrió en un domicilio
ubicado en la localidad de William Morris, partido de Hurlingham, donde
funcionaba una fábrica de guantes. En aquel operativo, observó cuero cabelludo
con huesos, masa encefálica y manchas de sangre sobre una pared. No vio
cadáveres. Es una imagen que nunca se me borró (…) para mí fue un saqueo tipo
botín de guerra”. Agregó que “Había asistido con el objeto de ‘asegurar la
zona’ mientras detenían gente pero en lugar de ello se llevaron todo lo que
había en el lugar y lo depositaron en unos hangares." En la misma causa el
personal civil de la I° Brigada Aérea de “El Palomar”, Francisco Luis Ventosa,
dijo que “en la Base estaba el Grupo de Tareas 100, el cual era un grupo dedicado
a operativos o la lucha contra la subversión,” y que “cerca de un hangar había
como un depósito de diversas cosas, heladeras, electrodomésticos y recordó una
oportunidad en la que aparecieron gran cantidad de guantes de cuero”.
Elda contó que su padre tenía un taller de guantes finos en su casa y que tras el operativo los genocidas vinieron con un camión se robaron las máquinas, los cueros y todos los elementos del taller más las cosas de la casa. La noche anterior habían ido a buscar a su casa de Hurlingham a Jorge Antonio Catanese, que trabajaba con su padre y era militante de Montoneros. Catanese fue visto por los carpinteros de apellido Moreno, secuestrados en la Brigada de San Justo la segunda quincena de septiembre del ‘77, y continúa desaparecido.
Elda contó que su padre tenía un taller de guantes finos en su casa y que tras el operativo los genocidas vinieron con un camión se robaron las máquinas, los cueros y todos los elementos del taller más las cosas de la casa. La noche anterior habían ido a buscar a su casa de Hurlingham a Jorge Antonio Catanese, que trabajaba con su padre y era militante de Montoneros. Catanese fue visto por los carpinteros de apellido Moreno, secuestrados en la Brigada de San Justo la segunda quincena de septiembre del ‘77, y continúa desaparecido.
Elda aseguró que en los homenajes que se realizaron a su hermano y
sus padres, conoció a la sobreviviente Adriana Martín, quien le contó que había
estado detenida con su hermano en la Brigada de San justo. Adriana contó en la 4ta
audiencia de este debate que compartió cautiverio en San justo con muchos de sus compañeros de la UES zona
oeste, entre ellos “Pluma” Rodríguez” y “Polenta” Pérez, y que presenció un
episodio de fines de diciembre de 1977donde todos los integrantes del grupo fueron sacados
tabicados en varios vehículos y fusilados con diversos disparos. Los 9
militantes de la UES zona oeste continúan desaparecidos y sus cuerpos nunca
fueron hallados.
La
hermana de “Pluma” Rodríguez dijo que tras los hechos de secuestro de su
hermano y asesinato de sus padres sufrió la vigilancia de un camión militar en
su casa y sus hermanos que vivían en Capital Federal también fueron vigilados.
La
testigo señaló que si bien sus padres no eran militantes “eran seres muy
especiales, siempre estaban para sus hijos cuando los necesitaban. No tenían
armas, ni un matagatos. Por eso supe que si pasaba algo los iban a matar como
conejos. Eran padres de todos los pibes del barrio. Nos criaron con conciencia
social y, si bien no éramos gente de dinero, siempre estaban pensando en los
demás. No puedo entender como los mataron así”. Dijo que durante mucho tiempo
fue todos los días al cementerio para tratar de regularizar la situación de sus
padres, que continuaban inhumados como NN. Los registros falsearon lo sucedido diciendo que los habían
encontrado muertos en la esquina de la casa en ropa de cama, con múltiples
heridas de bala y que habían sido víctimas de un robo. Además cuando pudo
levantar los restos determinó que habían sido inhumados un arriba del otro y
tuvo que dejarlos en depósito y esperar mucho tiempo una urna doble que desde
el cementerio siempre le negaban. Hasta que cierto día, en el año ’80 u ’81, le
informaron que el depósito había sido vaciado y los restos incinerados en un
foso común. “por eso vine hoy acá, para tratar de cerrar un círculo. Ellos no
eran NN, tenían nombre y apellido. Eran
gente humilde que la luchaba y criaron a sus hijos con valores”, finalizó Elda.
Antes de finalizar la audiencia las
abogadas del espacio JUSTICIA YA LA
PLATA, Luz Santos Morón y Pía Garralda, realizaron un planteo al
tribunal
sobre la situación de la domiciliaria del genocida Leopoldo Luis Baume
imputado
por 52 casos en esta causa, ya que se supo que se estuvo paseando
libremente de
La Plata a Caba en el marco del juicio de lesa humanidad por el CCD
“Sheraton”, que funcionó
la Subcomisaría de Villa Insuperable, La Matanza, y donde recientemente
fue condenado con ejecución en suspenso. Las abogadas
recalcaron que el reo está con domiciliaria y “no ha sido excarcelado”.
Describieron
que “El día 25 de marzo se dio a conocer
el veredicto en Comodoro Py y Baume fue
con su esposa, estuvo entre víctimas y familiares al momento de las
acreditaciones y hasta estuvo esperando
en el buffet a que comenzara la audiencia. De la lectura del veredicto
participaron víctimas, familiares, y organismos
de derechos humanos. A Leopoldo Luis
Baume se lo condenó a 8 años de prisión por delitos de lesa humanidad,
por
la privación ilegal de la libertad de Pablo Bernardo Szir, Julia
Sarmiento, Luis
Salvador Mercadal, María Cristina Ferrario y Delia Bisutti, y por
torturas en
los dos últimos casos. Sin embargo al finalizar, como si nada hubiera
pasado y
sin ningún tipo de custodia, el reo Baume
salió caminando junto a su esposa hacia la terminal de Retiro para
esperar el
colectivo, rumbo a la ciudad de La Plata. Allí lo reconocieron dos
militantes
de derechos humanos que habían viajado
para presenciar la sentencia”. Las abogadas
remarcaron que “es imprescindible comprender el riesgo que implica para
víctimas
y familiares pero también cómo puede afectarlos psicológica y
emocionalmente que pese a haber sido
juzgado y en su caso condenado puedan encontrarse a un represor
caminando
libremente. La impunidad se percibe de diferentes formas, esta es una de
ellas
y además de afectar a víctimas y familiares también repercute en el
conjunto de
la sociedad. Esto va en clara contraposición a las obligaciones que ha
asumido
el Estado argentino en materia de derechos humanos de juzgar y castigar
los
delitos de lesa humanidad”. Tras esto pidieron que tanto el TOF platense
como
el de CABA informen las condiciones en las que se autorizó a trasladarse
para
el veredicto del 25 de marzo, que se realicen nuevos estudios médicos a
fin de determinar el estado de salud del imputado y se informe si
dadas dichas circunstancias
podría ser asistido intramuros, y finalmente que se refuerce las medidas
de
custodia y seguridad. Se insistió también con un planteo ya realizado
por
Justicia YA al inicio del debate, como
es que se revoque el beneficio del arresto domiciliario para este
represor. La
defensa de BAume alegó que el genocida se había apersonado al TOF1 de LA
Plata
para escuchar la sentencia de “Sheraton” y al ser solicitado por el TOF
de CABA
se dirigió personalmente hacia allá. El represor goza del beneficio de
la
domiciliaria en su casa de calle 49 Nº 867 1º A de La Plata, otorgada
por el
juez Arnaldo Corazza desde el mismo momento en que lo detuvo en la causa
San
Justo, en marzo de 2012. Vale con ello aclarar que 42 años después de
los
hechos nunca cumplió prisión efectiva por los delitos que cometió.
La próxima audiencia será el miércoles 24
de abril desde las 11 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los
Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.
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