El 13 de agosto comenzó en La Plata el juicio por los crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención de la Brigada de Investigaciones de San Justo. El debate incluye imputaciones a 19 represores por 84 casos, 31 de los cuales corresponde a personas detenidas-desaparecidas. LAS AUDIENCIAS SON LOS MIÉRCOLES DESDE LAS 10 AM EN LOS TRIBUNALES FEDERALES DE LA PLATA, CALLE 8 Y 50. (Se extenderá hasta 2019).

miércoles, 20 de febrero de 2019

13 DE FEBRERO: DÉCIMO OCTAVA AUDIENCIA

FAMILIA DIEZMADA 

Por HIJOS La Plata
Los Araujo son una familia numerosa. A fines de la década del ’60, varios hermanos y primos habían venido desde Misiones para buscar oportunidades de trabajo en la Ciudad de Buenos Aires. Se instalaron en la Villa 15 Ciudad Oculta, entre Lugano y Mataderos, pero la cosa no fue lo esperado. Por entonces había un plan de erradicación de villas miseria y se hizo un censo de familias para poder acceder a una casa mejor. Sin embargo para comienzos de los ’70 los Araujo se enteraron que las casas, aún en construcción, estaban siendo entregadas a otros destinos como empleados públicos o gente de las fuerzas de seguridad. Entonces decidieron organizarse con otros vecinos y realizar una ocupación de lo que eran los distintos complejos que se estaban terminando. Los Araujo fueron a parar al Complejo nº 17, ubicado en avenida Crovara y Camino de Cintura, frente al Regimiento 3 de La Tablada, en La Matanza. Allí pudieron tener una vivienda más digna, pero sobre todo fueron parte de una experiencia de organización barrial que fue ejemplo de la autogestión vecinal, a la vez que blanco de la represión. Seis de los integrantes de la familia sufrieron la persecución del Terrorismo de Estado, cinco de ellos fueron secuestrados y llevados a la brigada de San Justo y forman  parte como caso de la acusación de este juicio.
La audiencia 18 se inició con el testimonio de OLGA ARAUJO, una de las hermanas menores, que relató los dos secuestros y torturas que sufrió con exactamente 2 años de diferencia en marzo del ’76 y del ’78.
Olga inició su testimonio portando una foto suya de joven, tomada entre el primero y segundo hecho sufrido. “Hablo por esta adolescente que fue secuestrada y torturada en dos oportunidades”, dijo, y agregó “mis ojos en esta foto dicen bastante del dolor que yo llevaba adentro”. La testigo relató que en 1976 tenía 16 años y estaba realizando el secundario en un colegio de monjas en Flores. La noche del 26 de marzo de 1976 se encontraba de visita en casa de su hermano mayor Aureliano en el Complejo 17 de La Matanza. Su hermano estaba casado con Cirila Benítez y ambos tenían actividad política: Aureliano era presidente de la Junta Vecinal del barrio y Cirila estaba a cargo de la comisión de madres. Aquella noche Aureliano no estaba en casa. Cirila, Olga, su hermana Teresa Araujo y los hijos de Olga y Aureliano descansaban. Entonces cayó de madrugada un operativo de personas armadas y de civil que rompieron la puerta del departamento y a Olga la despertaron con un arma en la sien. Los represores redujeron por separado a las 3 mujeres y los chicos, dieron vuelta toda la casa, se robaron dinero y un reloj. Buscaban a Aureliano, que no estaba en ese momento. Entonces se llevaron a Olga, Teresa y Cirila tabicadas y las pusieron en el piso de una camioneta mientras iban cantando una canción de Tormenta de moda en la época. Tras un tiempo de marcha las llevan a un lugar hasta hoy iniceto, pero que pueden ser los CCD “Puente 12” o el “Vesubio”, ambos cercanos a Autopista Ricchieri y Camino de Cintura. Allí fueron bajadas a un sótano y ubicadas en un calabozo donde había un banco de cemento contra la pared. Tanto Cirila como Olga fueron salvajemente torturadas con picana eléctrica. A Olga se le corrió el tabique en una sala grande y vio un escenario donde 6 grupos de represores torturaban en mesas y colchones a distintos secuestrados. “Era una fábrica de la tortura”, definió la testigo. Olga pudo ingeniárselas para espiar por un ventiluz y vio pasto en los alrededores. También escuchaban el entrenamiento de perros, un tren cada tanto y a veces algunos disparos. A los 4 días liberaron a Teresa. Luego les realizaron un simulacro de fusilamiento. Tras 6 días de calvario Olga fue liberada. Cirila quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y luego, por tener nacionalidad paraguaya, fue expulsada del país.
Una vez que pudo regresar a casa de sus hermanos Olga estuvo un par de días más en Buenos Aires y luego se fue a Misiones a casa de sus padres. Allá fue con el consejo de sus hermanos mayores de que no dijera nada de lo que había pasado. Siguió estudiando, pero no conseguía trabajo y decidió volverse a Buenos Aires en el ’77. Al volver siguió estudiando y se recibió de técnica. Pensaba que todo se había calmado, pero la represión seguía operando a destajo. 

Se encuentra agregado a la causa un informe con base en material de la Dirección de Inteligencia de la bonaerense (DIPPBA) que detalla que la Delegación de Inteligencia n° 1 de Morón-San Justo, venía haciendo tareas sobre Cirila y otras personas activistas del barrio. Allí realizaban una semblanza completa de Cirila y la sindicaban como organizadora de la ocupación en el Complejo 17 y como militante del PCR. En base a ese informe se desató luego la cacería. El 26 marzo del ’78 Olga concurrió una misa en la catedral de San Justo que se hacía para pedir por la no expulsión del país de su cuñada Cirila. Fue acompañada de sus primos, de Amalia Marrón, que realizaba tareas de apoyo escolar en el Complejo 17, e Ismael Zarza, vecino del barrio. Al salir de la actividad fueron interceptados por una patota en varios Ford Falcon. A Olga le ponen un arma en la espalda y uno le dice “¿Sabés lo que significa perder?”. “Yo ya sabía, y no quería volver a pasar lo que ya había pasado”, dijo la testigo. Entonces la tiran al piso y le encuentran el DNI. Así uno de los represores festejó “¡Tenemos a un Araujo!”. Todavía estaban buscando a su hermano Aureliano, que iba a caer secuestrado recién dos semanas después. Olga, Marrón, Zarza, Estanislao Araujo y otras personas que salían de la misa fueron encapuchados y llevados a la Brigada de San Justo. Olga fue ubicada primero en una celda sola. Allí pudo escuchar las torturas a otros detenidos y la voz del médico Jorge Heuman, esposo de Amalia Marrón, que colaboraba con la sala sanitaria del barrio. Olga sufrió otra sesión de tortura, mucho pero que la anterior. Sobre el punto la testigo aportó: “Cada mujer hoy presente en esta sala sabe que la desnudez, el manoseo, la picana en los genitales, todo eso es una violación”. Además afirmó que en la tortura había un médico presente que controlaba lo que sucedía. “Yo quería morirme, si hubiera encontrado la forma de suicidarme lo hubiera hecho”, dijo Olga. Así paso un tiempo aislada, luego en una celda con otra gente, luego de nuevo aislada. En una de esas oportunidades pudo hablar con una chica que le dijo que era prostituta y que iba a salir. Entonces ella le pidió que avisara a su familia en el Complejo 17 que ella y Estanislao estaban allí, cosa que la chica hizo. En otra oportunidad compartió la celda con Elisa Moreno, esposa del médico Raúl Petruch, con Amalia Marrón y Nora Liberman, esposa de Luis Tarquini. Allí podían destabicarse cuando los represores se descuidaban. Un día sacaron a las otras mujeres de la celda, trajeron a su hermana Lina Araujo, las destabicaron para que se vieran mutuamente y se la volvieron a llevar. También supo que había caído su cuñado Abel de León, esposo de Lina. Además, como las hacían lavar la ropa que traían o robaban en operativos, Olga pudo ver un pantalón marrón con un agujero de bala y sangre en la rodilla. Supo que el médico Norberto Liwski, que también colaboraba en el barrio, había llegado allí porque conocía esa prenda. Luego pudo ver ropa de su hermano Estanislao y hasta la llevaron en su presencia para decirle: “¿La conocés? Es tu hermanita. Si no hablás la vamos a hacer mierda. En la Brigada también sufrieron un simulacro de fusilamiento, con un represor que hacía las veces de cura confesor y les pedía que dijeran lo que sabían antes de morir. Olga también supo de una chica menuda y de pelo oscuro que estuvo muy poco tiempo en la celda. Dijo llamarse Mónica y estaba preocupada por su bebé. Muy probablemente se trate de Mónica Lemos, secuestrada junto a su esposo Claudio Logares en Uruguay y llevada a San Justo, desde donde apropiaron a su hija Paula Logares.
Una noche varios detenidos fueron obligados a vestirse con la ropa con que habían llegado, y fueron llevados a una oficina en el primero piso donde el genocida José Antonio Raffo, que manejaba el centro clandestino con el alias de “Tiburón”, les dio un sermón diciendo que “son de los pocos afortunados que van a tener un segundo parto, porque tenemos el poder de dejarlos vivir”, pero que si los volvían a encontrar eran boleta, tras lo cual les anunciaron que serían liberados. Esa misma noche de mayo del ’78 Olga recuperó su libertad tras 56 días de cautiverio. La soltaron desde una camioneta en medio de un basural junto a otras 7 personas, entre ellas su primo Estanislao,  Ismael Zarza y un muchacho apodado “El Tano de Morón”, que iba al barrio a colaborar. Tras este segundo hecho Olga volvió a cruzarse a un grupo de represores de San Justo en un auto, que le dijeron “¿Todavía estás acá?”. Entonces decidió irse a Misiones, donde al tiempo se enteró que su hermano Aureliano había sido liberado. La testigo dijo que le costó mucho recomponer su vida, que vivía con miedos y hasta pensó en suicidare. Por suerte recibió la invitación de Aureliano de irse a Holanda. Él ya había sido blanqueado al PEN, pasado por la Comisaría de Laferrere, expulsado del país y acogido al carácter de refugiado político del Alto Comisionado de Naciones Unidas (ACNUR). Olga siguió los pasos de su hermano, se fue primero a Río de Janeiro y luego a Holanda como asilada. Luego se fue a Canadá a estudiar, se doctoró en filosofía y letras, se casó y tuvo hijos. “Rehíce mi vida, pero me faltaba esto, volver a testimoniar para que se haga justicia”, dijo la testigo.
Olga no duda de haber estado en la Brigada de San Justo, por todos los datos que comentó y por el detalle de que escuchaban las actividades de una escuela contigua al chupadero, y porque participó de la inspección ocular que se hizo en el lugar. Entre los represores a los que recuerda por sus apodos Olga mencionó a “King Kong”, “Víbora”, “Tiburón”, “Rubio o Buggy”, el “Chino”, “Eléctrico”, “Araña”, “Foca” y otros. Al exhibírsele el álbum de fotos de los genocidas de San Justo reconoció a los imputados en este juicio Héctor Carrera y Rubén Boan.
Para finalizar su extenso y detallado testimonio Olga Araujo afirmó con resolución “Yo decidí que a mí no me quebraron, que no lograron su cometido. Soy sobreviviente de 2 Centros Clandestinos de Detención y del cáncer. No destruyeron a nuestra generación, seguimos presentes y aquí estamos. La lucha de los sobrevivientes no termina cuando nos liberan, sino que sigue día a día para poder sobrevivir. Por eso debe haber justicia”.
El siguiente testimonio fue el de ABEL DE LEÓN, esposo de Lina Araujo, activista barrial, trabajador y sindicalista del ámbito del comercio, que sufrió casi 9 meses de cautiverio en la Brigada de San Justo. Comenzó relatando que fue secuestrado en la casa de su cuñada Viviana Araujo en Palomar, el 8 de abril del ’78. Ese día estaban en el domicilio Viviana, su esposo Ramón Rodríguez, Abel, Lina y los hijos de ambas parejas. Los represores que irrumpieron a la casa estaban en su mayoría uniformados con ropa del Ejército, y algunos de civil. En seguida separaron a Abel de las mujeres y, tras arrancar el cable de un velador, comenzaron a torturarlo con electricidad.
Luego los trasladaron a Abel y Lina encapuchados dos autos diferentes hasta la Brigada. Al llegar a Abel lo llevan directamente a la tortura con picana. Como relataron otros testigos, Abel confirmó que un médico coordinaba la tortura, que en su caso llegó hasta la salvaje aplicación de electricidad a través de un fierrito introducido en su pene. Luego lo ubican en el 2do calabozo. En el 1ro estaban Amalia Marrón, Elisa Moreno y Olga Araujo. En una de las ocasiones en que lo llevaban al baño, Abel pudo levantarse el tabique y vio a su cuñado Aureliano Araujo, al que casi ni reconoce por el estado en que lo dejó la tortura. También supo que en la celda de enfrente estaban los médicos Jorge Heuman, Norberto Liwski, Raúl Petruch y Francisco Manuel García Fernández, todos colaboradores de la sala sanitaria del Complejo 17 de La Matanza. De León describió el trabajo en el barrio afirmando que había mucha solidaridad entre vecinos, unas 600 familias, y que se formaban asambleas de hasta mil personas. Abel era trabajador de comercio, y actuaba como delegado en su sindicato. También participaba de la comisión vecinal, habían propuesto una lista y ganaron los comicios para elegir autoridades. Desde allí trabajó en la construcción de una sala sanitaria, que primero fue de madera y luego se amplió a otra de material. Con los médicos colaboradores iban a pedir muestras gratis a los laboratorios para cubrir las necesidades de vacunas o contra enfermedades respiratorias de los niños.
Confinado en San justo Abel estuvo 14 días sin comer, y se las ingenió para comunicarse con golpes con los detenidos de celdas contiguas. Su mujer estuvo 8 o 10 días en la Brigada y fue liberada. Abel pudo hablar con Aureliano Araujo y Atilio Barberán, y confirmó que estaban en San Justo. En el chupadero también confirmó que hubo inteligencia previa en su búsqueda: “Te estuvieron buscando como 3 meses, todo el Ejército”, le dijo el guardia apodado King Kong, con el que logró cierta confianza por ser ambos de origen chaqueño. El sobreviviente recordó que supo que en San Justo también estuvo secuestrado el abogado Miguel Isaac Berenstein, secuestrado en mayo del ’78 tras anteponer recursos de hábeas corpus por algunos integrantes de la familia Araujo.

El 2 de julio del ’78 De León y otros detenidos, entre ellos Atilio Barberán, fueron llevados de San Justo a la Comisaría de Laferrere: “fue uno o 2 días después de finalizar el Mundial de fútbol”, rememoró. Allí se reencontró con varios de los militantes del barrio que venían de la Brigada. En el traslado tuvo que soportar que el genocida Boan, apodado “Víbora”, le dijera que No te maté porque si no esos negros de mierda (en relación a los vecinos del Complejo 17) te iban a hacer un monumento”. Él lo enfrentó, pudo ver su rostro y le dijo “Si te encuentro en la calle cambiá de vereda”.
Tras sufrir un Consejo de Guerra al que calificó como “una payasada total”, y pasar a la cárcel de Devoto en agosto del ’78, De León fue liberado el 24 de diciembre de ese año. Al salir volvió al trabajo y al barrio, y continuó activando socialmente. Quizás por ese motivo sufrió una segunda detención y fue llevado unas horas a lo que él deduce que es el CCD “Puente 12”. Luego de eso se refugió en Misiones, de allí a Brasil, esperó el refugio político del ACNUR y terminó en Holanda, donde ya estaba parte de su familia. Volvió al país durante el gobierno de Alfonsín y continuó viviendo de su trabajo hasta el día de hoy. “Hace 41 años que espero justicia” cerró el testigo hablando directamente a los jueces del TOF1 de La Plata, “y espero que este tribunal esté a la altura. Nosotros contamos día por día y año por año para ver presos a los represores y para tener justicia antes de morirme. No es una cuestión personal, acá está toda la sociedad contra un grupo de asesinos”.
En tercer término se escuchó la testimonial del sobreviviente ESTANISLAO ARAUJO, que habló por videoconferencia desde la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal de Posadas. Relató que al momento de su secuestro vivía en el Complejo 17 de La Matanza en la casa de su hermana Ignacia Araujo, casada con Ismael Zarza. Confirmando lo relatado por su prima Olga, dijo que fue secuestrado el 26 de marzo del ’78 cuando salía de la misa celebrada en San Justo por la liberación de Cirila Benítez, la esposa de su primo Aureliano Araujo. Tras ser reducidos con Olga, Zarza, Amalia Marrón y otros fue tabicado y llevado a la Brigada, a la que recuerda como un lugar húmedo y con mal olor. Lo subieron a los golpes a una sala y lo dejaron tirado en el piso. Esa noche lo llevaron a torturar, mientras hacían preguntas por Aureliano y otros activistas del barrio. Eso duró varios días, hasta que lo pusieron en una celda junto a Zarza, Atilio Barberán y Abel De León. Luego fue ubicado junto a un militante del barrio apodado “El Tano de Morón”. Sobre esta persona recordó que estaba casado y tenía una hija. También que en cierto momento los sacaron a un patio para un simulacro de fusilamiento, y que “El Tano” le gritaba a su mujer, que también estaba detenida y respondía a la distancia.
El testigo dijo que en las sesiones de tortura os represores “Tiburón” y “Víbora” se comunicaban entre ellos y coordinaban las tareas. En un discurso que les dio antes de liberarlos, “Tiburón” lo amenazó con que se fuera de la provincia de Buenos Aires. Tras 56 días de confinamiento Estanislao fue liberado en un basural de Soldati junto a su prima Olga, Zarza, “El Tano” y otras 4 personas cuya identidad desconoce. Al finalizar el sobreviviente dijo que tras su liberación vivió mucho tiempo con pesadillas y que para rearmar su vida decidió irse a trabajar a Villa Gesell.
El último testimonio de la jornada fue el de VIVIANA ARAUJO, hermana de Lina, Olga y Estanislao, y cuñada de Abel de León. En total coincidencia con lo declarado por De León, la testigo rememoró el sábado 8 de abril del ’78, cuando estaba en su casa del Palomar con su esposo Ramón Rodríguez, su hermana Lina, su cuñado y los chicos de ambas parejas, llegó un operativo de hombres armados que los redujeron y dieron vuelta la casa. A ella la ubicaron con Lina y los chicos, mientras los hombres fueron llevados a otra pieza. Ellas escuchaban los gritos de Abel y Ramón, en evidencia de sufrir torturas. A Viviana la levantó del piso el jefe del operativo y la llevó encañonada por la casa. Le preguntaba por su hermano Aureliano, que vivía allí pero no estaba y regresaba ese día a las 7 de la tarde del trabajo. Para que le diera información el represor la hizo rociar con bencina y la amenazaba de prenderla fuego con un soplete que pertenecía a su hermano. Luego el grupo de represores se dividió en dos: unos se llevaron a Lina y Abel y otros se quedaron con Ramón esperando a Aureliano. A las 7 de la tarde los genocidas dijeron “Vamos que cayó el pez gordo”. Entonces supieron que Aureliano había sido detenido. Y se fueron. Lina fue identificada en la Brigada de San justo y liberada. Tras esto, Viviana acompañó a su hermana a su casa del complejo 17 de La Matanza y se quedó a vivir allí con ella. Fue un golpe más para la familia, que ya había sufrido el secuestro de su cuñada Cirila en marzo del ’76 y de sus hermanos Olga y Estanislao en marzo del ’78. Al tiempo recibieron la visita de una ex detenida de San justo que les dijo que había visto a Lina torturada en ese lugar. En junio del ’78 pudieron saber que Aureliano y otros referentes del barrio estaban en la Comisaría de Laferrere, y allá fueron a visitarlo. Luego lo acompañaron en el pedido de asilo para que saliera del país. En una de esas oportunidades Viviana fue a llevar un escrito al Consulado de Francia y al salir la cruzaron unos represores de San Justo en un auto: “¿Llegó Olga?”, le dijeron, dando a entender que ya la habían liberado.
Viviana relató que cuando se inició la ocupación del Complejo 17 de La Matanza muchas viviendas estaban sin terminar, así que los vecinos se organizaron para que la empresa constructora concluyera las obras. “En invierno había enfermedades por el frío, y en verano diarrea por la falta de agua”, señaló. También recordó la tarea social que se realizaba en el Complejo y las necesidades que tenían las mujeres del barrio: “Todas salíamos a trabajar de empleadas domésticas o en costura, así que no teníamos dónde dejar a los chicos. Por eso se hizo una guardería con biblioteca y actividades recreativas que coordinaba Amalia Marrón”, dijo.
Al mirar el álbum de fotos de los represores de San Justo la testigo individualizó a dos represores. Uno que estaba en el operativo en su casa y la tenía reducida en el piso. Otro que le preguntó por Olga cuando la cruzó al salir del consulado francés.
Viviana finalizó su exposición exigiendo a los jueces: “Ustedes que tienen la posibilidad de impartir justicia, al momento de hacerlo espero que tengan presente a mis hijos y mis sobrinos que son personas sin odio ni venganza, pero que hace años deambulan pidiendo justicia”.
La próxima audiencia será el miércoles 20 DE FEBRERO desde las 11 HS. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

jueves, 14 de febrero de 2019

06 DE FEBRERO DE 2019: DÉCIMO SÉPTIMA AUDIENCIA

LAS MARCAS INDELEBLES
Tras la feria judicial de verano se reinició el debate con tres testimonios de lo que se vivía hace 40 años en la Brigada de San Justo. Dos compañeros del desaparecido Mario Lemos relataron el operativo en que fueron secuestrados y llevados a la Brigada. La sobreviviente Adriana Chamorro realizó un impecable relato del calvario a que la sometieron en San Justo y en el Pozo de Banfield.
Por HIJOS La Plata


Tras las 16 audiencias de 2018, donde se escuchó a 47 testigos, se reanudó el juicio por la Brigada de Investigaciones de San Justo, uno de los CCD más grandes de la zona oeste en dictadura. Para lo que queda de debate restan testificar otras 50 personas lo que estirará las audiencias hasta, por lo menos, mediados de año.
En la audiencia 17 los dos primeros testigos fueron citados por la fiscalía y correspondieron al caso de Mario Alberto Lemos, desaparecido desde San Justo en agosto de 1977 y cuyo caso, por desidias judiciales varias, no forma parte de este juicio. Sorprende la pretensión puntillosa de los agentes del Ministerio Público en los detalles del caso Lemos, cuando en verdad se esmeraron en la instrucción de esta causa para que la mayoría de los imputados no sean acusados por los casos completos de la familia Lavalle-Lemos. Recordemos que Gustavo Antonio Lavalle, su esposa Mónica María Lemos (hermana de Mario) y la pequeña María fueron secuestrados y llevados a la Brigada el 20 de julio de 1977 en su domicilio de José C Paz. Mónica estaba embarazada de 8 meses. Una semana después de secuestro María fue llevada a la casa de unos vecinos de la familia y en septiembre del ’77 los padres trasladados al Pozo de Banfield, donde Mónica dio a luz a María José, a su vez trasladada con horas de vida a la Brigada de San Justo, donde fue apropiada por la sargento de la bonaerense María Teresa González y su pareja Nelson Rubén. Este derrotero está probado hace años por las distintas declaraciones de los integrantes de la familia La valle-Lemos, pero no hecho mella en la labor de la justicia: pese a que toda la familia pasó por la Brigada de San Justo, sólo está imputado en el debate por los 4 casos el represor Hidalgo Garzón, mientras que el grueso de los genocidas sólo recibió acusación por el caso de María Lavalle.

Así las cosas, el primer testigo en hablar fue ARMANDO LUIS PAZ CARBAJO, amigo y compañero de militancia de Mario Alberto Lemos, que relató que el 5 de agosto de 1977 “fue el momento más duro de toda mi existencia”. Habían  ido en moto con Eduardo Argañaraz a visitar a Mario a la pensión de Liniers donde vivía.  Estaban tomando mate y charlando cuando irrumpió un grupo de varias personas de civil y con borceguíes, entre los que destacaba uno alto y corpulento que los apuntó con un revólver. Tras unas breves preguntas los sacaron a la calle encapuchados y los tiraron en la cúpula de una camioneta. Así los llevaron en un viaje de 30 minutos, primero por lo que intuye era la General Paz, hasta que el vehículo bajó a una calle anduvo un tramo, dobló a la izquierda y entró a un edificio. Entonces, según el testigo, primero bajaron a Argañaraz, pero al darse cuenta que no era quien estaban buscando lo devolvieron y se llevaron a Lemos. A Mario comenzaron a torturarlo, de hecho Armando y Eduardo escuchaban los gritos de su amigo, mientras siguieron dentro de la camioneta por unas 4 horas tabicados y sin hablar. A la mitad de ese tiempo se dieron cuenta que había algún represor con ellos dentro de la caja del vehículo, que se había quedado para escuchar lo que dijeran, pero al no obtener nada se bajó y cerró la puerta.
La sesión de torturas a Mario duró un buen tiempo: “Por los alaridos que daba suponemos que lo estaban torturando. Hasta que después de un tiempo no lo escuchamos más. Supongo que fueron los últimos momentos de la vida de Mario”, dijo el testigo. Luego de eso los represores subieron a la camioneta y los llevaron hasta un basural donde lo liberaron con Argañaraz.
Paz Carbajo dijo que él había sido simpatizante del PRT, al igual que su amigo Mario, pero que con posterioridad a los hechos del ataque al cuartel de Monte Chingolo en el ’75 se distanciaron de la organización. Afirmó también que sabían de la militancia  que habían tenido en Montoneros la hermana de Mario y el cuñado, y que Gustavo Lavalle era apodado “Fierrito”. Afirmó también que la misma noche que los liberaron se fueron de Buenos Aires. Argañaraz a Córdoba. Él con un amigo a la localidad de El Zapallar, en Chaco, donde trabajó como mecánico de motos.  Cuando quiso volver a la casa de Villa Bosch, Tres de Febrero, notó que estaba vigilada por los represores y decidió irse a Brasil.
Al serle exhibido el álbum de represores, el testigo identificó a Ángel Oscar Rojas como integrante de la patota que los secuestró y la persona que los apuntaba con un arma.
Para finalizar el testigo dejó un mensaje: “no le deseo a nadie que viva los acontecimientos que yo he vivido y puedo narrar como sobreviviente. Sobre todo la pérdida de un amigo tan íntimo como Mario. No están hoy para contarlo ni él, ni su hermana, ni su cuñado. Y sé que es un pedido al viento porque en el mundo están permanentemente cometiéndose delitos de lesa humanidad. Esperemos que todos hagamos lo que esté a nuestro alcance para que se valore en su justa medida al ser humano y sus derechos”.
A continuación se escuchó el relato de EDUARDO ARGAÑARAZ, en video conferencia desde San Pablo, Brasil, quien confirmó lo relatado por Paz Carbajo en relación a los hechos que los tres amigos sufrieron en agosto del ’77. El testigo agregó a lo ya dicho que Mario vivía en una terraza donde tenía un cuarto y un atelier. Cundo golpearon la puerta de acceso Mario les dijo “Es la cana. ¿Qué hago?”, a lo que él le sugirió que abriera. Fue él quien abrió la puerta y vio a varios represores de civil. A sus compañeros les pusieron capuchas y a él lo tabicaron con una bufanda. A Mario lo llevaban esposado. Además dijo que la camioneta donde los trasladaron era tipo Ford F 100 sin identificación, pero con aspecto de móvil oficial. Sobre el incidente donde lo confunden con Mario dijo que vino un represor a preguntar por Lemos y lo llevó al él. Luego lo devolvieron y Mario se identificó, tras lo cual lo llevaron y fue la última vez que lo vieron. Escucharon si sus gritos durante mucho tiempo, hasta que uno de la patota vino y dijo “Ya está, vamos”. Entonces los llevaron con Paz Carbajo hasta un basural cerca de la autopista Ricchieri.
El testigo afirmó que cuando lo liberaron no perdió el tiempo, avisó a sus amigos y decidió irse a lo de unos parientes en Laboulaye, al sureste de Córdoba. Agregó que aún en ese exilio interno su casa fue vigilada durante años por una camioneta naranja. Y apuntó que supone que los mismos represores que los secuestraron a ellos en Liniers habían actuado un mes antes en José C Paz en la detención de la familia Lavalle-Lemos, porque mientras los trasladaban comentaban entre ellos que al llegar hasta Gustavo Lavalle le dijeron “Así que vos sos el famoso Fierrito!”.
El tercer testimonio correspondió a la sobreviviente y querellante ADRIANA CHAMORRO, que habló por videoconferencia desde Montreal, Canadá. Tras haber dado testimonio más de una docena de veces tanto en las embajadas argentinas en España y Canadá, como ante la Cámara Federal de La Plata, por las apropiaciones de Victoria Moyano Artigas y Carmen Gallo Sanz, ante la Comisión Parlamentaria en Uruguay por los desaparecidos de aquel país en Argentina, y en la causa “Plan Cóndor” en Caba, con 74 años Adriana brindó un extenso, preciso y contundente testimonio sobre la persecución sufrida por su familia, sobre  y la  conexidad entre el CCD de San Justo y las brigadas de Banfield y Quilmes.
La testigo relató que para febrero de 1978 vivía en su casa de calle San Juan al 200 en Buenos Aires, con su entonces esposo, Eduardo Corro, y su hija Candela de xx años. Con Corro eran militantes de una pequeña organización estructurada en torno a una publicación antidictatorial y antimperialista llamado “periódico compañero”. Distribuían el periódico entre las bases sociales para aportar a la denuncia del Terrorismo de Estado que estaba implementando la dictadura cívico-militar.
Adriana contó que su padre, Adolfo Chamorro, había sido profesor en la Facultad de Arquitectura de la UBA y había sido echado a partir del proceso de persecución que se dio en la llamada “Noche de los bastones largos”. Su madre, Modesta Bianchi, era asistente social en Lomas de Zamora y también sufrió problemas en su trabajo por su postura antidictatorial.
La testigo rememoró que en febrero de 1978 estaba pasando las vacaciones con su esposo e hija en Villa Gesell. Mientras, cerca del 20 de febrero del ’78, un operativo de “Fuerzas Conjuntas” llegó a la casa de sus padres en Banfield con una detenida muy torturada que se llamaba Mari y era compañera de Adriana. Allí le muestran a la detenida fotos de Adriana y de su hermano Rafael y los reconoce. Entonces se llevaron secuestrados a Mari, a los padres de Adriana y a la empleada doméstica a la Brigada de San Justo. Los amenazaron con torturarlos para que dijeran dónde estaba Adriana, y pasaron 3 días en esas condiciones. Finalmente la madre les dijo que estaba en Villa Gesell. Entonces una comitiva de los represores viajó hasta la ciudad balnearia con la dirección del hotel donde paraban. Por suerte ya no estaban y habían salido en avión hacia Buenos Aires. La patota llegó hasta el aeropuerto tarde y no pudo detenerlos. Sin embargo momentos después de llegar a su casa, reciben el llamado de la hermana de Adriana diciendo que los padres habían desaparecido. Creyeron que era algún problema por la militancia de su padre, y como era muy tarde esa noche decidieron esperar hasta el otro día para iniciar la búsqueda. A la mañana siguiente cayó el operativo, que otra vez se presentó como “Fuerzas Conjuntas”. Un grupo de personas armadas entraron con los padres de Adriana, revolvieron los libros que había en el lugar, y uno de los represores, apodado “Pato”, le pregunta a Adriana si era judía porque  “les damos un tratamiento especial”. Entonces sacaron tabicados de la casa a Adriana y Eduardo, la niña quedó con los abuelos, los pusieron en 2 autos y tras casi una hora de marcha los ingresaron a lo que después supieron era la Brigada de San Justo.
La testigo dijo que al llegar a San Justo la subieron tabicada a una habitación, y que mientras la subía un represor del brazo le toca los pechos. Al llegar arriba otro represor dice que allí no la iban a molestar sexualmente. Luego comenzó un interrogatorio con empujones, golpes de palos, cintos, patadas y “teléfono”. Luego la bajan a otra sala más chica, también tabicada. Allí la obligan a desnudarse delante de toda la patota y subirse a una cama. La atan, la mojan, le tiran una arpillera encima y la torturan con picana en todo el cuerpo, especialmente en los genitales. “Yo por debajo de la venda podía ver a la persona que me torturaba en la vagina. Eso directamente era la violación, no se puede llamar de otra manera”, afirmó la sobreviviente, y agregó “quiero que quede constancia de que esa tortura la consideré siempre como una violación en grupo, porque no era uno el que me daba la picana, sino que se turnaban. Ahí estaban el ‘Burro”, el ‘Víbora’, el ‘Tiburón’, el ‘Lagarto’, el ‘Rubio’. Yo estoy segura que eso le pasó a todas las mujeres que pasaron por ahí. Y a los hombres. Porque nunca se denuncia la picana como una violación y se centra en los órganos genitales. Y a mi juicio es una agresión sexual. Además produce el mismo efecto psicológico que genera la agresión sexual. Es lisa y llanamente eso”. Mientras duró la tortura los represores hacían preguntas generales, nunca específicas. Preguntaban por armas, robo de bancos y asesinatos de policías. Hacían comentarios sobre el cuerpo de la detenida y hasta hablaban de lo que iban a comer, en una naturalización de la monstruosa escena. Tras largas horas de calvario, en un momento apareció un médico que hizo detener varias veces la tortura. Y los represores se fueron a comer. Luego volvieron a picanear. Adriana afirmó que casi perdió la conciencia en la tortura y fue llevada hasta un calabozo, donde estuvo toda una noche mirando el techo y delirando, viendo figuras en el techo. A la mañana siguiente le trajeron un mate cocido, luego la llevaron arrastrando a un calabozo más grande con un banco de cemento en la pared, una pileta y un baño chico. Al tercer día la llevaron a una oficina donde estaba José Antonio Raffo, alias “Tiburón”, y su esposo Eduardo. Allí pudo ver un escudo policial que decía “Brigada de San Justo”. Posteriormente la vuelven al calabozo. Luego traen a su celda a Graciela Gribo, que había sido secuestrada en diciembre del ’77 y estaba en otro calabozo con Claudia Kohn. Graciela le confirmó que estaban en la brigada y le dijo que ella y a Kohn la llevaban arriba a limpiar las oficinas. Kohn y Gribo fueron posteriormente liberadas y sus casos forman parte de este juicio.
Adriana contó que en un momento la visitó un médico que le dio un polvo rojo para las quemaduras de la picana, y que le hablaba con total naturalidad, como si fuera una consulta más. Había estado en la sesión de torturas. Años después, en el juicio por la apropiación de Carmen Gallo Sanz realizado en 2004, Adriana reconoció a ese médico como Jorge Bergés.
Además la testigo relató que desde su celda escuchaba las reuniones de la patota que se daban en una sala contigua sobre su calabozo. Los oía planificar un operativo para semana santa del ’78, que iban a “pedir área”, es decir zona liberada, y decir “Tenemos que agarrar a Petruch, Liwski y Heuman”. Posteriormente supo que entre fines de marzo y comienzos de abril del ’78 esas y otras personas habían sido secuestradas y estaban siendo torturadas en San Justo. Entre ellas Amalia Marrón, a quien en una sesión de torturas los genocidas dieron por fallecida. Marrón es sobreviviente y testimonió en este juicio. Aquella fue la redada donde cayó todo el grupo de militantes del complejo 17 de La Tablada que descripta por otros sobrevivientes en el debate.
La sobreviviente se tomó un tiempo para dar su posición sobre lo que significa la tortura en la vida de los sobrevivientes: “Todo esto deja rastros indelebles, que no se pueden borrar de ninguna manera. La tortura y la violación dejaron muchos problemas en mis relaciones íntimas. Todos los días veo cosas del pasado, que se superponen con la realidad. Como una diapositiva que me pasa por delante, del chupadero, de la tortura, de Mari Artigas, etc. En cualquier momento de mi vida aparecen esas imágenes. Tengo ansiedad con fondo de temor y hago planes todo el tiempo de lo que puede pasar. En cualquier cosa estoy previendo catástrofes. Soy una persona muy aislada. Sufro un síndrome post traumático, que lo sufren todos los que vivieron el Terrorismo de Estado. Tuve artrosis severa en las rodillas a los 40 años por la picana. Estoy operada de las 2 rodillas. Tengo rodillas de titanio. Para mi pasar por esas operaciones fue un infierno, porque era otra vez la mesa de la tortura. Además todo era tortura, el hambre, los golpes, la mugre, el hacinamiento, no sólo la picana. Todo esto trabaja el cerebro del detenido y lo acompaña toda su vida”.
Chamorro relató también el rol que cumplieron en San Justo efectivos del Ejército, al contar que en una ocasión la visitó un alto jefe militar y le dijo “al final no tenías armas vos”. En otro episodio la llevaron destabicada a un interrogatorio con personal de Inteligencia militar, 2 represores bien vestidos y educados que querían saber la línea política de su organización. Luego Adriana fue llevada a un calabozo grande donde había otros secuestrados contra la pared. Ahí el “Tiburón” Raffo les dio un sermón diciendo que de allí no se salía nunca y que al intentara escapar lo iban a matar. A ella le dijo “Nos vamos a volver a ver”. Ella pensó “En un juicio”. Adriana contó que en los ’80, como parte de la causa 44 conocida como “Causa Camps”, lo reconoció en un registro fotográfico de rueda de presos. Tras aquel sermón, ocurrido a fines de marzo del ’78, Adriana y otros detenidos fueron cargados en una camioneta y llevados al Pozo de Banfield. Al grupo que venía de San Justo lo pusieron dividido en 3 calabozos distintos. “En Banfield, los represores de San Justo no nos dejaron tranquilos”, dijo Chamorro, y describió que tanto “Víbora” como “Tiburón” fueron y vinieron de San Justo a Banfield varias veces: a pasar lista, a llevar o traer detenidos. Entre ellos el hermano de Adriana, Rafael, que tras ser secuestrado fue llevado a San Justo y luego a Banfield, vuelto a San Justo, llevado a la Comisaría de Laferrere, a la U9 de La Plata, de allí a Rawson y de nuevo a La Plata, hasta que fue liberado. También el matrimonio Logares-Grispon, secuestrado en Uruguay y trasladado a Banfield desde San Justo, donde su hija Paula fue apropiada por el represor Rubén Lavallén.
El 11 de octubre del ’78 Adriana es llevada con otros a la comisaría de Laferrere y antes de dejarlos “Víbora” les dijo “si nos llegan a encontrar en la calle cruzan la vereda, y si se van a algún país que no sea limítrofe porque los traemos desaparecidos de todas maneras”. “Estaban confirmando el Plan Cóndor”, aseguró Adriana, y relató que en Banfield supo de un grupo de 21 militantes uruguayos que habían sido secuestrados a fines de diciembre del ’77, entre ellos María Asunción Artigas de Moyano, que estaba embarazada. Adriana compartió cautiverio con Mari Artigas, quien le contó que todos los uruguayos eran llevados y traídos al Pozo de Quilmes a interrogar, y que ella también había estado en San Justo. Chamorro dijo que lo tocó acompañar y asistir el parto de Mari Artigas, hasta que dio a luz a su hija Victoria, que fue apropiada por Oscar Antonio Penna, jefe de la Brigada de San Justo durante los años ’78 y ’79, que la entregó a su hermano Víctor y su cuñada María Elena Mouriño. También agregó que Artigas fue permanentemente acosada sexualmente por los represores de Banfield, antes y después del parto. Sobre otros secuestrados que son caso en este debate sumó su recuerdo de Ricardo “Mosca” Iramain, integrante de la custodia de la UOM, que había sido detenido en enero del ’78 junto a 2 policías federales por hacer un negociado para venderle armas al ERP. Adriana lo vio muy desmejorado en Banfield y supo que venía de San Justo. También recordó a Juan Rodríguez, de nacionalidad chilena, que era compañero de su organización, y tras pasar por San Justo y Banfield obtuvo la salida del país a Suecia. Tanto los casos de Iramain como de Rodríguez son parte de la acusación en este juicio.
El 11 de octubre del ’78, en el Pozo Banfield, Eduardo Corro firmó la libertad vigilada. Cuando se preparaba su liberación, Adriana pidió despedir a su esposo. Entonces la llevaron a una oficina, y mientras estaban llevándose a Eduardo un represor gritó “¡A la chica también!”. Así fue sacada de Banfield a Laferrere. Así se despidió de Mari Artigas, sabiendo que al otro día había un traslado grande en el que probablemente fuera llevada. “Nos decían en Banfield que estábamos ahí hasta que se decidiera si íbamos al PEN o al PUM. Yo fui al Pen y Mari al Pum”. Adriana Chamorro fue puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y blanqueada como detenida en la cárcel de Devoto por 3 años.
Para finalizar Adriana dejó un mensaje de atención sobre el derrotero de las causas de lesa humanidad en nuestro país. Yo declaro desde el año ’84, cuando Chicha Mariani y Estela de Carlotto vinieron a Canadá. No sé cuánto tiempo más voy a poder declarar. Es interminable. No entiendo por qué Bergés no está en esta causa, si estuvo en San Justo. No entiendo por qué están las causas tan separadas, si era todo lo mismo San Justo, Banfield y Quilmes. Y hay que declarar por una, por otra y por otra. Tendría que haber justicia, pero más rápido. Por eso pido que nuestras declaraciones por escrito sirvan si nosotros no podemos testimoniar. Puedo hacer una declaración definitiva para presentar. Si no los testigos vamos a morir y no va aquedar mucho, al paso que va”.
La próxima audiencia será el miércoles 13 de febrero desde las 10 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

martes, 5 de febrero de 2019

19 DE DICIEMBRE: DÉCIMO SEXTA AUDIENCIA

Recomienza en La Plata el juicio por la Brigada de San Justo

CAZANDO COMUNISTAS 
El miércoles 6 de febrero recomienzan en el TOF 1 de La Plata las audiencias del debate en el que se juzga a 19 genocidas por 84 casos de secuestros, torturas y desapariciones en uno de los CCD más grandes de la zona oeste del conurbano en dictadura. Hasta entonces compartimos la crónica de la última audiencia de 2018. Allí los sobrevivientes Ana Ehgartner, Jorge Farsa y Ana Espósito relataron la persecución a todo un grupo de militantes del Partido Comunista de Lanús.

                                                                                                                              Por HIJOS La Plata




La última audiencia de 2018, ocurrida el 19 de diciembre, se inició con el testimonio de ANA MARÍA EHGARTNER, quien es sobreviviente de la Brigada de San Justo tras pasar allí una semana de cautiverio.
La testigo relató que en un contexto en que ya habían detenido a un familiar y algunos amigos y compañeros, el 29 de diciembre de 1977 se encontraba en su casa de Lanús este con una pareja de amigos, Norma Martínez y Eduardo Nieves, celebrando el fin de año. Su esposo Jorge Farsa, había salido para una reunión política, de manera que a las 21 hs de aquel día estaban los tres mayores y sus hijos pequeños de 9 meses y 2 años. Todos eran simpatizantes del Partido Comunista, Ehgartner y Farsa estaban afiliados. De pronto escucharon que se rodeó la casa y vieron gente por los techos. Cuando Ana María se asomó por una puerta desde la cocina vio un grupo de 6 represores uniformados y armados, formados en semicírculo con el jefe del operativo, de civil, en el centro. Le pidieron que abra la puerta y ella accedió.  Tras identificarlos y revolver toda la casa, les informan que iban a esperar a Farsa. La testigo recordó que le dio su carnet de afiliación al PC a los represores. También dijo que comenzó a hacer un bolso y pidió llevarse los chicos con ella, pero le dijeron que no, que los dejara con alguien cerca. Entonces la llevan  amenazada hasta lo de una vecina donde dejan los niños de ambas parejas y vuelven todos a su casa. Cuando llegó Farsa la cosa se puso más violenta, empujones, golpes, capucha y traslado en una camioneta.

La testigo recordó que ella iba en una camioneta separada y los otros tres en otra. “Llegamos a un lugar que yo creí por 35 años que era La Tabalada, y allí nos separaron a todos, a mí, a Martínez, Nieves y otro muchachos nos pusieron en una celda grande, y a mi esposo ya no lo vi”, dijo Ehgartner. Agregó que compartía celda con la esposa de Jorge Garra, Nora Feliz, y con el hermano de aquél. Estuvieron 4 días sin comer ni tomar nada porque desconfiaban que les dieran algo raro. Entonces que comenzaron a conocer la dinámica del lugar: escucharon las torturas que le realizaban a Garra, a quien conocían de la militancia. Tiempo después supieron que no sólo habían sido detenidos ellos, sino todo el grupo de militancia cercano al PC de Lanús, esto es, además de Nievas, Farsa, Garra y sus esposas, Aníbal Ces y su esposa Ana Espósito, Sigfried Watzlawick y José Sánchez, apodado “Negro Black”. La testigo agregó que por averiguaciones realizadas con su marido pudieron dar con un legajo de la DIPPBA donde figuran las fechas de secuestro y liberación de ambos, y un seguimiento a Farsa de 1 año y medio antes que los secuestraran. Dijo que el 2 de diciembre del ’77 fue secuestrado su cuñado, Roberto Farsa, y aunque no fue llevado a San Justo sufrió torturas, estuvo 28 días desaparecido y fue liberado el 27 de diciembre del ’77.

Ehgartner afirmó que ella era trabajadora y delegada en ENTEL. Respecto al interrogatorio que le hicieron en San Justo dijo que “creí que me iba a morir y decidí no decir nada. No podía negar que mi marido militaba y les decía cualquier cosa para justificarme”. Agregó que en la sala de torturas sufrió un episodio en el cual se le cayó el tabique mientras la estaban torturando y pudo ver a una mujer rubia con anteojos y un estetoscopio. La siguieron torturando, escuchó que alguien dijo “paren porque se les va” y se desmayó.

Contó le bailaban las esposas que le habían colocado, y en un momento que la llevaron al baño aprovechó, se sacó la venda y espió hacia una cocina pequeña donde vio a 4 o 5 chicas jóvenes a las que otros días había escuchado cantar cosas e insultar a los represores. Le dio la sensación de que eran chicas de no más de 15 o 16 años. Ella tenía 24. Luego, sobre el fin de año del ’77, escuchó que los represores informaron al grupo de las chicas “prepárense que nos vamos de joda”. Esa noche hubo movimientos y las jóvenes no se escucharon más. Tiempo después se relacionó a gente de organismos de Derechos Humanos que la contactaron con la única sobreviviente de ese grupo de chicas, y con la que pudo confirmar personalmente hechos y fechas: era Adriana Cristina Martín, quien ya testimonió en este juicio sobre su cautiverio en San Justo, ocurrido entre septiembre del ’77 y enero del ’78, y sobre los fusilamientos que sufrieron sus compañeros de la UES zona oeste.
La testigo relató que su liberación se produjo en una situación particular: en la Brigada se corría el rumor de que iban a traer a un grupo grande de gente que había sido apresada. Entonces, como necesitaban espacio, los represores juntaron al grupo con que estaba ella detenida, simularon una declaración, los amenazaron con que no contaran nada de lo que habían vivido y los liberaron. Ehgartner fue liberada el 3 de enero de 1978 junto a Eduardo Nieves, la esposa de éste, Norma Martínez y el hermano de Jorge Garra. La testigo dijo que unos días después cruzó a algunos de los secuestradores en la calle.

La testigo recordó que estuvo presente en la señalización de la Brigada de San Justo realizada en 2013, que ingresó al predio y reconoció el lugar donde había estado ella confinada en grupo y otro donde estuvo su esposo apartado. Para finalizar le fue exhibido el álbum con fotos de policías de San Justo y reconoció a 2 represores imputados en este juicio, Héctor Carrera y Raúl Carballo, como integrantes del operativo que fue a su casa.
Acto seguido se escuchó el testimonio de JORGE FARSAesposo de Ana Ehgartner y militante comunista sobreviviente de la Brigada de San Justo. Farsa confirmó que aquella noche del 29 de diciembre del ’77 volvía en auto de una reunión partidaria a su casa de Lanús, donde lo esperaban su mujer y sus camaradas Eduardo Nieves y Norma Martínez. Al llegar a su casa vio dos coches estacionados, lo cual le pareció raro, pero tuvo tanta mala suerte que el auto, un Gordini viejo, se le rompió el embrague en la puerta de su casa. Entonces bajó, fue a su casa y los represores le abrieron el portón. Uno que comandaba el operativo lo identificó y se presentó como “fuerzas conjuntas”. Allí nomás lo tabicaron y comenzaron las preguntas por “el canuto”, en busca de armas. Farsa respondió que no tenía armas, y de hecho ya habían dado vuelta toda la casa. Entonces dejaron que entregaran a los chicos a un vecino y lo metieron a él, su esposa y sus compañeros en los dos autos tabicados y esposados. Viajaron 40 minutos y al llegar a un lugar escuchó la apertura de un portón. Lo bajaron del auto, lo hicieron subir unas escaleras y tras un rato de espera lo llevaron a la sala de tortura: un colchón de alambre, un cable en el dedo del pie y picana. El testigo dijo que recién después de un rato de tortura empezaron a preguntarle por un compañero suyo, “Cacho” Rodríguez, dirigente del PC al que él no veía asiduamente pero recordaba de una reunión de coordinación de juventudes políticas donde habían estado juntos. Luego de la tortura lo pasaron a un calabozo donde estuvo solo 14 días, vendado y esposado. El testigo recordó que en un momento lo fue a buscar un oficial joven que lo insultaba diciéndole “¡si te gusta Cuba por qué no te vas a Cuba!”, mientras le propinaba patadas en el pecho. En el calabozo podía escuchar, un campanario, ruidos de colectivos, y la publicidad de una avioneta que promocionaba actividades del club Huracán de San Justo y de un circo en La Matanza.

Farsa detalló la lista de otros militantes comunistas que sufrieron la cacería desplegada desde la Brigada de San Justo: Aníbal Ces y su esposa, José Sánchez, alias “Negro Black” y el primer detenido del grupo, Sigfried Watzlawik, Jorge Garra, secretario de la Juventud Comunista de Avellaneda Lanús, la esposa y el hermano de Garra, y su propio hermano Roberto Farsa, que fue secuestrado antes que él y sufrió un cautiverio de 25 días. Sobre Watzlawik recordó que en un momento hubo mucha agitación en la Brigada porque los represores descubrieron que Watzlawik, a quien apodaban “El Peruano”, había intentado suicidarse, y los guardias querían dejarlo morir. El episodio ya fue relatado por el propio Watzlawik en este juicio.
El testigo afirmó que cerca del 13 de enero del ’78 lo entrevistó un oficial de inteligencia que tras amenazarlo con no volver a la actividad política ni ir a los organismos de derechos humanos le dijo que lo iban a liberar. También vivió la visita de un represor de cierta jerarquía que usaba una camisa tipo guayabera y que ordenó que lo desataran para alivianar sus condiciones. En su último día de cautiverio lo juntaron con Nieves en una celda grande, donde había unos grifos donde los represores engrillaban a los detenidos. Antes de salir pudo saber que su esposa ya había sido liberada. Luego los llevaron una noche en un auto con Nieves y los liberaron en la avenida Roca en Pompeya.
Ni bien fue liberado Farsa fue a ver a la dirigencia del PC para que interceda por su compañero Watzlawik, que corría riesgo de vida. Le dijeron que lo ubicaran a Sánchez, que en realidad seguía detenido y su familia vivía en San Justo. Él, siendo de Lanús, tenía terror de volver a la zona de la Brigada. Sin embargo fue junto con Aníbal Ces en su Gordini, y fueron muy mal recibidos por la hermana de Sánchez, que sin embargo les dio el dato de que su hermano había sido detenido en la Comisaría 1ra de San Justo, contigua a la Brigada. A partir de ese dato una comitiva de gente del partido se acercó a la comisaría y un oficial les dijo que se fueran y que al otro día liberarían a Watzlawik. Así hicieron en marzo del ’78.
Farsa recordó que entre los represores que actuaban en la Brigada estaban los apodados “Víbora”, “Eléctrico” y “Colores”.
La última testigo de la jornada fue ANA MARÍA ESPÓSITO, esposa del militante Aníbal Ces y también ella sobreviviente de la Brigada de San Justo tras 20 días de clavario. La testigo que la tarde del 9 de diciembre del ’77 tenía 19 años, estaba con su hijo de un año en casa de sus padres en Lanús y sintió un estruendo. Era un operativo de 7 personas armadas que habían tirado una puerta abajo y se metieron a la vivienda por varios sectores. Comenzaron a preguntar por su esposo y ella les dijo que allí no estaba, que estaba estudiando. Previamente habían pasado por su casa y como no lo encontraron lo llevaron a su suegro hasta allí. Entonces dejó a su hijo con su padre y la llevaron secuestrada en una camioneta marrón a su domicilio, distante a 3 cuadras, a esperar a Aníbal. Al llegar revolvieron las habitaciones mientras la tenían arrodillada y la golpeaban. También dijo que fue víctima de violencia sexual. Los represores tomaron una frazada y comenzaron a juntar en ella discos y libros. Tras una hora llegó Aníbal, al que entraron de los pelos pidiéndole que de nombres. Como no obtuvieron nada los llevaron a ambos tabicados en la caja de una camioneta, donde ya estaba secuestradas otras personas. Tras un viaje de menos de una hora llegaron a un lugar donde Ana pudo ver un pedregullo por debajo de la venda. Entonces a ella la llevaron con otra detenida, que después supo que era su vecina del barrio Mabel Rodríguez, a un calabozo chico y a su esposo por separado a otro sitio. La testigo dijo que estuvo siempre en ese calabozo y solo la sacaron una vez para desinfectar porque en el lugar había chinches. Recordó que su celda estaba frente al baño, y que cuando pasaba su marido hacia el baño, junto con Watzlawik, les golpeaba la puerta y les daba ánimo. También recordó que uno de los últimos días entró un represor a cara descubierta al calabozo y les dijo que a ella y a Rodríguez ya iban a ser liberadas.

Sobre su liberación la sobreviviente dijo que el 28 o 29 de diciembre del ’77 la sacaron de la celda con su esposo y Mabel, los subieron a una camioneta y tras un viaje corto les dijeron que se olvidaran de lo que vivieron y los soltaron. Aun así, la Testigo afirmó que entre los represores que actuaban en la Brigada estaban “Panza” “Eléctrico”, “Tiburón”, “Víbora” y “El Coronel”. Al serle exhibido el álbum de represores de San Justo reconoció a Hugo Néstor Ferrer como el represor que la visitó en el calabozo. Recordó también que en el barrio de Lanús muchos vecinos se movilizaron por ella y su marido, y que sus padres hicieron gestiones en la embajada de Italia. Finalmente agregó que fue a la señalización de la Brigada de San Justo, ingresó al lugar y reconoció el calabozo donde estuvo cautiva. Pidió también, como la mayoría de los familiares y sobrevivientes, que del lugar sea desafectada la Policía bonaerense y se transforme en un sitio de memoria.

Recordamos que en este mismo debate tanto Aníbal Ces como Eduardo Nieves dieron su relato de los secuestros y torturas que sufrió en San Justo todo el grupo simpatizante de la Federación Juvenil Comunista de Lanús. En la octava audiencia Ces afirmó que los represores “Víbora”, apodo de Rubén Boan, y “Tiburón”, apodo de José Antonio Raffo, comandaron el operativo en su casa. Además recordó los apodos de otros represores como “El Jefe” que era un segundo de Raffo, “El Panza” que se hacía el bonachón y “Eléctrico”, que los hacía lavar la celda. El testigo realizó en la audiencia el reconocimiento fotográfico de 2 de los represores imputados en el debate: Boan y Héctor Carrera. Por su parte en la séptima audiencia de este juicio Nieves recordó como activos en la brigada a los represores “Víbora” (Boan), “Capitán Luz” y “El Panza”, que estuvo presente en el operativo de su secuestro, y uno al que llamaban “El Veterinario”, de voz gruesa, que le aplicó una inyección con antibiótico y cree que es el médico policial Jorge Vidal, imputado en el juicio.
En 4 meses de debate, se escuchó en 16 audiencias a 47 testigos y se esperan las declaraciones de otros tantos en lo que resta de debate. Al momento de las indagatorias los 19 genocidas imputados se negaron a declarar. Los represores “asistieron” al inicio del debate por teleconferencia desde el Complejo Penitenciario I de Ezeiza, la Unidad 34 de Campo de Mayo y los que tienen domiciliaria desde la Cámara Federal de CABA y el Tribunal Oral de Mar Del Plata. La dinámica de teleconferencia es otro privilegio para los represores de un tribunal que no está en sus mejores épocas. A esta altura del juicio los reos ya ni siquiera van a mirar la tv.
La próxima audiencia será el miércoles 6 de febrero, tras la feria judicial de verano. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.