El 13 de agosto comenzó en La Plata el juicio por los crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención de la Brigada de Investigaciones de San Justo. El debate incluye imputaciones a 19 represores por 84 casos, 31 de los cuales corresponde a personas detenidas-desaparecidas. LAS AUDIENCIAS SON LOS MIÉRCOLES DESDE LAS 10 AM EN LOS TRIBUNALES FEDERALES DE LA PLATA, CALLE 8 Y 50. (Se extenderá hasta 2019).

miércoles, 17 de octubre de 2018

03 DE OCTUBRE: SEPTIMA AUDIENCIA

PROFESIONALES DE LA BRUTALIDAD
 
Se escucharon los testimonios de una Abuela que perdió a su hija y su yerno en la Brigada de San Justo y recuperó a su nieta apropiada, y de dos sobrevivientes del horror que aportaron sus relatos para seguir conociendo lo que sucedió en este Centro Clandestino de Detención de la zona oeste del conurbano.

Por HIJOS La Plata
 



La audiencia se inició con el testimonio de una de las luchadoras que fue pionera en la búsqueda de l@s niñ@s apropiad@s en la dictadura y la que primero recuperó a su nieta de las garras de los genocidas. Elsa Pavón, de 82 años, madre de Sofía Grinspon y suegra de Claudio Logares, ambos detenidos desaparecidos en el marco del Plan Cóndor que pasaron por la Brigada de San Justo, y a su vez abuela de Paula Eva Logares, apropiada desde allí por el subcomisario Rubén Luis Lavallén.
Mónica Sofía Grinspon estudiaba en Facultad de Agronomía de la UBA, militaba en Montoneros y le decían “Yoyo”. Claudio Ernesto Logares trabajaba en el Banco Nación desde 1975 y militaba en la Juventud Peronista. Para sus compañeros era “Pirulo”. Se casaron y tuvieron una niña el 10 de junio de 1976 a la que llamaron Paula Eva. Militaban juntos en los barrios humildes en la zona de San Justo. Pero la situación represiva posterior al golpe de marzo del ’76 hizo que la pareja militante decidiera irse a Uruguay. Claudio renunció al banco y se fue primero. Compró un departamento en Montevideo, que compartían con el matrimonio de Diana y Adolfo Borelli, y allí se instalaron las dos parejas y paula de 11 meses de edad. Pero la persecución no cesaba y los Logares habían sido seguidos por personal argentino de inteligencia en coordinación con fuerzas uruguayas. Claudio les dijo a los Borelli: “No queremos escapar más”. Hasta el 18 de mayo de 1976, día feriado en Uruguay por el aniversario de la Batalla de Las Piedras donde Artigas venció a las fuerzas realistas del virrey De Elío en 1811. Ese día la familia Logares decidió ir  Parque Rodó, pero al llegar, frente a la entrada de un cine son cercados por un operativo, los secuestran, los encapuchan a los tres (incluso a la nena de 23 meses) y los ubican en dos autos: en uno Claudio y en el otro Mónica y Paula. La familia completa fue traída a Argentina en el marco de lo que se denominó Operación Cóndor, la coordinación represiva de las cúpulas militares de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia para concretar el plan de exterminio de toda una generación de militantes revolucionarios.
“La familia de Claudio fue a Uruguay a los dos días. Yo me enteré 10 días después”, dijo Elsa Pavón en la audiencia. Se estaba preparando para visitar a su nieta en su segundo cumpleaños, pero tuvo que asumir la ardua tarea de la búsqueda de su familia: “En Uruguay lo primero que hice fue separar la búsqueda de la nena de la de los adultos. Buscamos en hospitales, comisarías, orfanatos, casa cuna, escuelas de niños sin padres, etc”. Pero se tuvo que volver sin noticias firmes. En realidad los Logares-Grinspon habían sido trasladados inmediatamente de Montevideo a La Matanza, a la Brigada de San Justo. Los padres estuvieron allí hasta mediados de junio del ’78 y fueron trasladados al “Pozo de Banfield”. Estos datos se conocen por los testimonios de los sobrevivientes Adriana Chamorro, Norberto Liwski, Rodolfo Barberán y Eduardo Corro.
Elsa se vinculó a otras abuelas en la búsqueda y fueron conformando las tareas iniciales de Abuelas de Plaza de Mayo. Tuvo una primera noticia de su nieta en 1980, cuando le llegó una foto de Uruguay con el dato de que la niña estaba en Argentina y que era uruguaya. Chicha Mariani la reconoció, aunque Elsa no estuvo tan segura. Ese dato se perdió y recién en 1983 hubo una segunda instancia, a través de una campaña de afiches de Abuelas con las fotos de l@s niñ@s apropiados, porque llegó la información de que Paula estaba en el barrio de Chacarita. Entonces Elsa se dedicó a hacer el seguimiento a la familia que tenía a la nena. Viajaba todos los días de Banfield a Chacarita y se mimetizaba en los negocios del barrio para intentar obtener más información. “El primer día hábil de la democracia nos presentamos en tribunales a hacer la denuncia”, dijo la testigo y contó que tras el proceso judicial lograron la restitución el 13 de diciembre de 1984. “Cuando la encontré la acompañé a crecer”. El acercamiento no fue fácil, ya que la familia de Lavallén le había dicho que Elsa era una loca y que no era su abuela. Al poder conversar con Paula, que ya tenía 7 años, la niña le objetó que había pasado más tiempo con la familia apropiadora que con su abuela. Entonces Elsa le mostró fotos de la niña con sus padres y le preguntó si se acordaba cómo les decía. El apodo “Calio” que le puso la nena a su papá destrabó la tensión y la relación se fue recomponiendo de a poco. La situación tampoco fue fácil porque el médico Jorge Vidal, imputado en este juicio, había anotado a la niña como nacida en octubre del ’78, cuando ya tenía dos años. Paula realizó entonces los primeros años de escuela con esa diferencia, que le trajo problemas de adaptación. Al igual que en el caso de Victoria Moyano Artigas, el médico genocida había puesto como lugar de nacimiento el domicilio de Lomas del Mirador otro represor de San Justo, Carlos Ferrerira, con la inverosímil versión de que aunque vivían en Capital Federal la esposa de Lavallén, Raquel Leiro, pasó por lo de Ferreira, se sintió mal y dio a luz allí. Además de represor en San Justo, Lavallén cumplió tareas en dictadura como  jefe de vigilancia de la planta de Mercedez Benz en González Catán, donde desaparecieron varios obreros. En 1988 fue condenado a 4 años de prisión por la apropiación de Paula, pero sólo cumplió 1 año y medio a la sombra. Murió impune por el resto de sus crímenes poco después de la reapertura de las causas.


Elsa rememoró que durante la inspección ocular que se realizó en San Justo en 2009 pudo conocer a Olga Márquez, una ex detenida que le contó que había compartido cautiverio con Mónica en San Justo cuando tenía 16 años, y que al ser mayor Mónica la calmaba y le decía que ya la iban a liberar, pero que estaba segura que a ella la iban a matar.
Además Elsa contó su experiencia frente a la Iglesia cómplice del genocidio. Dijo que en plena búsqueda de su familia su esposo se contactó con un sacerdote amigo, que lo mandó a hablar el Vicariato Castrense a hablar con monseñor Emilio Graselli. Elsa se entrevistó personalmente con este personaje, que con total cinismo le dijo que los traslados “Los hacen en aviones Hércules entre gallos y medianoche” y que le propuso “Le devuelvo a la nena, pero olvídese de los padres”. Elsa le llevó fotos de la niña y desde Abuelas le aportaron una carpeta con otros casos que fueron a parar al famoso fichero que confeccionaba para dar continuidad al plan genocida. Graselli fue citado al Juicio por la Verdad en marzo de 2001 y si bien reconoció haber confeccionado el fichero dijo que no tenía conocimiento de la represión clandestina. Está imputado en la causa Nº 85 de los tribunales platenses por su presunta responsabilidad en delito de lesa humanidad en su rol de Secretario Privado del Vicario, junto con los funcionarios del Seminario Mayor San José de La Plata.
“Por los casos de mi hija y mi yerno pasaron 40 años de los hechos en mayo pasado, y yo sigo preguntando qué pasó con ellos y dónde están”, concluyó Elsa, y agregó que “Este enorme rompecabezas de los 30 mil detenidos desaparecidos lo armamos entre todos con la lucha de los familiares y los organismos de Derechos Humanos. Todos trabajamos para que se pudieran realizar estos juicios”.

A continuación se escuchó al ex detenido y sobreviviente de San Justo Jorge Heuman, médico del dispensario del barrio 17 de Octubre de La Matanza secuestrado y torturado por ser parte de esa construcción social de autogestión que desafiaba el modelo humano que la dictadura quería imponer. Heuman relató que se recibió de médico en el año ’74, y decidió poner su profesión al servicio de los pobres. Cuando terminó la residencia se le presentó la posibilidad de colaborar en el barrio 17 de Octubre ubicado en Ciudad Evita, La Matanza. El sobreviviente definió aquella experiencia como “una increíble construcción de amor”: “de un dispensario de madera y chapa pasamos a una salita completa dedicada a la atención primaria de la salud. Teníamos 52 agentes sanitarios entre vecinos y profesionales. Comenzamos durante la dictadura y seguimos adelante. Los vecinos lograron que llegaran los servicios como las cloacas, la recolección de basura y otros”. El médico compartía las tareas en el barrio con su esposa, María Amalia Marrón, que realizaba tareas de apoyo escolar y cuidado de los niños de los vecinos. Relató que en una ocasión había muchos casos de tos convulsa, entonces se organizaron para ir al municipio de La Matanza a solicitar vacunas. Los recibió el Dr. Reboredo y les respondió que “para los negros que no saben usar el inodoro no hay vacunas”. Lejos de desanimarse, los vecinos hicieron una colecta,  compraron las vacunas y cubrieron al 95% de los pibes del barrio. “Ese fue el paraíso, cosas llenas de amor” dijo Heuman notablemente emocionado, pero con firmeza, y agregó que “fue lo más hermoso que me pasó en mi vida de médico. Yo trabajé con Favaloro, pero ni ahí aprendí tanto como en el barrio”. Según su propia definición conoció el paraíso, pero también el infierno. Es que la actividad independiente de los vecinos organizados alertó al régimen militar, que envió la represión primero a realizar inteligencia y luego a realizar operativos.
El 26 de marzo del ’78 secuestraron a su mujer Amalia a la salida de una misa realizada para pedir la libertad de Cirila Benítez, fundadora del dispensario barrial detenida el mismo día del golpe de Estado.  A él le tocó tres días después: “Durante esos tres días viví un infierno. La desaparición forzada es lo más canallesco que hay en la vida”. La mañana del 29 de marzo se encontraba charlando con unos vecinos en el barrio, cuando lo atacaron por detrás, lo golpearon y lo subieron a un auto. Gritaba “¡No dejen que me lleven!” mientras los represores, vestidos de civil y a cara descubierta, lo golpeaban en el rostro. Entonces lo llevaron a lo que posteriormente reconoció como la Brigada de San Justo. Allí sufrió torturas físicas y psicológicas que, dijo el testigo, “no tiene caso relatar”.
Contó que en un momento lo revisó un médico que tras retorcerle los testículos y clavarle elementos punzantes le dijo a los otros represores “¡Son unos brutos! ¡Cómo la van a poner en directa!”, en relación a la corriente de 220 volts de la picana. Heuman reconoció a ese médico torturador como Jorge Vidal porque dejaba su recetario con su nombre, sello y firma en el centro clandestino. Tras salir en libertad denunció ante el colegio médico de Morón. En la cumbre del cinismo los genocidas le mostraron a su esposa destrozada por la tortura y le pusieron como nombre de guerra “Dr. Jorge”. Por su origen judío dijo que “descargaban su antisemitismo todo el tiempo”.


Buscando con la mirada a los genocidas imputados en el juicio, que se encuentran ausentes hasta de las teleconferencias que les concedió el tribunal, Heuman dijo “Los quiero felicitar a todos porque son profesionales de la brutalidad”. Entre los represores a los que identificó se encuentran el jefe de la Brigada José Antonio Raffo (alias “Tiburón”) que le mostraba a Heuman instrumental médico que le robaron de su casa y le decía “¿Qué pensás que en el barrio te van a hacer un monumento?”, Rubén Boan (alias “Víbora”) que lo atormentaba con hechos falsos como decirle “fuimos a la casa de tus padres, tu mamá no resistió porque estaba mal del corazón” y otros como “Eléctrico” así llamado por su pericia en la tortura, “Araña”, que servía la bazofia que daban por comida, “King Kong”, que tenía una mancha en el rostro y se hacía el amigo, y el “Rubio” al que recordó como “musculoso y muy violento, que fue uno de los que me secuestró”. El sobreviviente afirmó que fue alojado en la celda grande que daba a la derecha mirando hacia la calle, y allí escuchó, vio o supo del paso de varios detenidos por la Brigada, todos comprometidos con tareas en el barrio 17 de Octubre, como Norberto Liwski, Francisco García Fernández, Olga, Aureliano y Estanislao Araujo, Rodolfo Atilio Barberán, Rafael Chamorro, Miguel Berenstein, Elisa Moreno, Graciela Gribo, Claudia Kohn, Juan Rodríguez, Norma Ereñú, Raúl Petruch, Ismael Zarza, Carlos Prieto, Abel De León, y dos personas llamadas Luis y Nora. Heuman declaró en los ’80 ante la CONADEP y elaboró en ese momento un plano de la Brigada. La memoria del testigo fue innecesariamente sobre-exigida por los fiscales, que solicitaron insistentemente si podía realizar, como lo hizo en la instrucción de la causa, un reconocimiento fotográfico de los represores. Tras aclarar que la vez anterior le había tomado dos horas hacerlo y que lo afectó emocionalmente, el testigo se negó. Luego ante la obstinación de los fiscales accedió, pero al conocer que el material fotográfico era de distintas épocas a la de los hechos volvió a declinar el acto: “con lo que ya hice suficiente”, se defendió con justeza.
El 1 de junio del ’78, cuando comenzaba el mundial de fútbol, Heuman fue trasladado junto a un grupo de secuestrados a la Subcomisaría de Laferrere. Iban todos atados, apilados y tapados con mantas en la caja de una camioneta. En Laferrere le hicieron firmar una declaración falsa, bajo amenaza de volver a San Justo, documento que luego se usó en un Consejo de Guerra que le realizaron. Tras ello fue derivado a la cárcel de Devoto bajo la órbita del PEN, luego a la Unidad 9 de La Plata y vivió con libertad vigilada hasta 1982. Por fortuna consiguió trabajo a través de un colega en el Hospital Güemes, pero pronto los represores volvieron a amedrentarlo y presionaron a la gestión para que lo echaran.
Al terminar su testimonio Heuman se permitió un acto de justicia: contó que los vecinos del barrio 17 de Octubre le pusieron su nombre a la calle donde lo secuestraron y agregó que “Se equivocó ‘Tiburón’, me hicieron el homenaje”. Por último pidió a los jueces que “hagan justicia para que nunca más nadie sufra lo que nosotros sufrimos”

Para finalizar la audiencia Eduardo Nieves, militante de la Federación Juvenil Comunista de la zona de Lanús, secuestrado y torturado en la Brigada de San Justo.
Nieves contó que el 27 de diciembre de 1977 fue a la casa de su amigo y camarada Jorge Farsa, donde estaban con sus respectivas esposas Norma Martínez y Ana María Ehgartner, y los hijos de ambos matrimonios. A las 11 de la noche golpearon la puerta e ingresó un grupo de tareas de 6 personas armadas que los pusieron contra la pared y los identificaron.
Luego llegó Farsa, al que también redujeron, y en grupo los trasladaron tabicados y esposados a la Brigada de San Justo. Los represores dejaron que Ehgartner dejara a los niños con unos vecinos. En el viaje la patota se encontró con otro operativo, al que hicieron señas y continuaron la marcha sin problemas.
Nieves recordó que al ingresar a la Brigada el auto subió una loma y se escuchaba el sonido de pedregullo al transitar los autos. El dato es coincidente con lo relatado por otros sobrevivientes respecto al portón principal de ingreso del centro clandestino.
Al llegar a la Brigada Nieves fue ubicado en un calabozo con su esposa Norma y Ehgartner, donde los engrillaron a unos ganchos amurados a la pared. Farsa fue separado del grupo y no supieron más de él por un tiempo. Al poco tiempo trajeron al calabozo a Nora Feliz, esposa de Jorge Garra, junto a dos hombres y una mujer que fueron secuestrados en el mismo domicilio. Así pasaron cinco días asistidos sólo con agua. Una mañana la patota los fue a buscar, los subió arrastrando hasta la oficina del primer piso y los sometieron a un interrogatorio con personal militar. Luego a Nieves lo bajaron a la sala de tortura, donde pudo ver una camilla blanca donde le pusieron un anillo en el dedo gordo del pie y lo torturaron con picana eléctrica. A su lado en el piso estaba Ana María Ehgartner. Cuando se repuso de la tortura lo sacaron tabicado en auto a marcar a una persona en su barrio. Allí escuchó que uno de los represores que lo custodiaba se apodaba “Lagarto”. Entonces lo regresaron a la Brigada y lo pusieron en una celda más grande, junto a un baño.  En ese lugar el represor apodado “Eléctrico” lo hacía lavar la celda y en una oportunidad le trajo un mate cocido en un jarro con el logo del Ejército Argentino. Otro de los represores, alias “Conejo” hacía la guardia nocturna y le conversaba sobre un grupo de detenidas a las que habían asesinado por ser montoneras. También recordó como activos en la brigada a los represores “Víbora” (Boan), “Capitán Luz” y “El Panza”, que estuvo presente en el operativo de su secuestro. Al tiempo de estar en la celda grande Nieves comenzó a sentirse enfermo, con dolores en el dedo del pie donde recibió la picana. Entonces apareció un represor al que llamaban “El Veterinario”, de voz gruesa, que le aplicó una inyección con antibiótico. El sobreviviente cree que es Jorge Vidal. En otra ocasión le dieron una charla unos represores que se presentaron como “psicólogos del Ejército” que le decían que si se dejaba de meter en política lo liberaban. Supo del paso por la Brigada de Aníbal Ces, de Sigfried Watzlawick Padilla, a quien conocía por la militancia en Lanús, y de una persona de apellido Sánchez apodada “Negro Black” que es caso como víctima en este juicio.



Transcurridos 10 días de cautiverio, en enero del ’78, Nieves fue ubicado con Jorge Farsa. Les trajeron las pertenencias que les habían quitado, excepto un encendedor de plata de Nieves, los subieron tabicados a dos autos y los liberaron en Villa Soldati. Entonces supieron que sus esposas habían sido liberadas  6 días después del secuestro y habían sufrido torturas.
Nieves también rememoró que su padre, junto a la madre de Farsa, hicieron varias averiguaciones en su búsqueda. “Hasta llegó a hablar con un capellán de la policía bonaerense que le dijo que no me buscara más porque ya estábamos muertos. Era Cristian Von Wernich, a quien mi padre conocía porque trabajaba en un bar donde paraba este capellán. Encima este asesino estuvo presente en el velorio de mi padre en 1985”.
El testigo recordó que su casa y la de sus padres fueron vigiladas durante mucho tiempo, incluso en el año ’79, cuando visitó el país una delegación de la Comisión Interamericana de derechos Humanos, un grupo de inteligencia hizo averiguaciones cruzadas entre Farsa y él. “Yo nunca tiré bombas, militaba en la Juventud Comunista, tenía actividad en clubes barriales y sociedades de fomento”, dijo Nieves y agregó “Soy comunista desde los 17 años y sabía a lo que me exponía militando. Y aquí estoy dando testimonio. No me pudieron vencer”. Finalizó su relato hablando a los jueces del TOF 1 al decir: “Me parece que es una aberración que la Brigada de San Justo siga funcionando, debería estar desafectada por lo que allí sucedió. Todos los sobrevivientes apelamos a nuestra memoria para decir la verdad, pero tenemos esa limitación. Estamos teniendo malas experiencias con nuestros verdugos, que hoy están detenidos en sus domicilios porque son ‘pobres viejitos’. Cuando nos torturaban no eran ‘viejitos’, eran hijos de su buena madre. Nosotros bregamos por Memoria, Verdad y Justicia, pero nuestro límite es la Memoria y la Verdad, la Justicia está en manos de ustedes”.
 
La próxima audiencia será el miércoles 17 de octubre desde las 10 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

domingo, 14 de octubre de 2018

26 DE SEPTIEMBRE: SEXTA AUDIENCIA

EL CÓNDOR EN SAN JUSTO

La nieta restituida Victoria Moyano Artigas describió detalladamente la persecución y el secuestro de sus padres, que pasaron por los CCD de San Justo, Quilmes y Banfield,  como parte de la acción del “Operativo Cóndor” en pleno tercer gobierno peronista. Además un sobreviviente y su hijo narraron las consecuencias del horror que vivieron cuando la represión llegó al Complejo 17 de Octubre en La Matanza.
 
Por HIJOS La Plata - Fotos de la audiencia por Juan Cicale
 

Comenzando la audiencia María Victoria Moyano Artigas, nieta restituida e hija de los detenidos desaparecidos Alfredo Moyano y María Asunción Artigas, relató la militancia de sus padres en Uruguay y la persecución que sufrieron antes de llegar a Argentina. Su padre era estudiante del Liceo y su madre en la facultad de Medicina. Se conocieron en las movilizaciones callejeras, previo a la dictadura, y desde allí desarrollaron sus tareas políticas desde el grupo llamado Resistencia Obrero Estudiantil (ROE). Victoria contó que pudo encontrar entre información desclasificada por el Estado Uruguayo informes de inteligencia de la actividad política de su padre en la toma del Liceo y su intervención en una asamblea. Dijo que el seguimiento de la familia Artigas lo hacía personalmente José "Nino" Gavazzo Pereira, integrante del Servicio de Información y Defensa (SID) del Ejército uruguayo y activo agente del Plan Cóndor, que como tal estuvo al frente de Automotores Orletti y es responsable directo, entre otros crímenes de lesa humanidad, de la desaparición forzada de 140 uruguayos en la Argentina. Condenado en Uruguay en 2002 a 2 años con libertad condicional, y en 2014 como autor responsable de 28 delitos de homicidio muy especialmente agravados, actualmente cumple prisión domiciliaria pedida especialmente por el entonces presidente José Mujica. “Gavazzo se presentaba personalmente en el domicilio de mis abuelos, se llevaba detenido a  los tres hijos mayores, los interrogaba, dejaba detenido a uno de ellos y al resto los liberaba”, dijo la testigo. De hecho agregó que la familia de su madre fue perseguida de conjunto: “mis padres antes de viajar a la Argentina fueron detenidos y torturados en el Uruguay varias veces y mi abuela y abuelo tuvieron que recorrer cárceles visitando a mis tíos, torturados a diario (porque así era la prisión política, con la tortura completamente legalizada) mientras viajaban a la Argentina a buscarnos a nosotros tres”.
Los padres de Victoria decidieron casarse y refugiarse en Argentina en diciembre del ‘73, donde continuaron ligados a los grupos de militancia uruguaya en el país. En el ‘74 su madre pidió ser refugiada política en el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR). Recordemos que ya en el año ’74  se dio el crecimiento sostenido del accionar represivo de bandas policiales y paraestatales desplegadas por el gobierno peronista. Estaban en plena vigencia las leyes nacionales 20.642 (reforma del Código Penal) y 20.840 (de “actividades subversivas”) que acentuaron el rigor de las penas por delitos políticos y sirvieron de base para la persecución a la militancia de izquierda. En abril del ‘74 se sancionó el decreto N° 1.302 firmado por el propio Perón y su ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo, que prescribía las directivas “Topo” y “Yacaré” aplicables para los conflictos denominados “graves” y cuyo objetivo era “Eliminar las acciones subversivas violentas y no violentas, las causas que las provocan y consolidar espiritual y materialmente al régimen democrático”. Además mencionó que por una investigación propia pudo determinar que ya en el año ’74 hubo 5 militantes uruguayos detenidos en San Justo, que por allí pasó Amaral García Hernández (hijo de militantes tupamaros secuestrados en Capital Federal apropiado en 1974 y restituido en 1985), y que en el ’75 fueron detenidos en la Brigada 26 militantes uruguayos y 5 militantes argentinos del ERP en un denominado “Operativo Dragón”. De hecho en marzo o abril del ‘75 los padres de Victoria son secuestrados por policía bonaerense junto a su abuela paterna, Enriqueta Santander de Moyano, en el departamento de Güemes 3081 de Capital Federal. Uno de los represores utilizó el término "botija" para referirse a Alfredo. Los tres son llevados cuatro días a la Brigada de San Justo e interrogados por personal de inteligencia uruguayo, hecho que declaró su abuela en la causa Camps Nº44 de la década del ‘80. “Ella creyó que fueron llevados a Cuatrerismo-Puente 12, pero por el relato del viaje y el lugar de tortura, no podía ser ahí sino la Brigada de San Justo”, dijo Victoria. Durante su cautiverio María Asunción reconoció al represor que utilizó el término "botija" como Gavazzo. Ese accionar conjunto de fuerzas de seguridad argentina y de inteligencia uruguaya está documentado en información desclasificada del Estado uruguayo, entre ellos el Memorandum I-09 del ’75.

 “Ese fue el accionar de la Brigada de San Justo en el ’74 y ’75. En este juicio lo que se está investigando es una pequeña porción de lo que sucedió en este centro clandestino, que lejos de ser un ‘centro de registro de detenidos’ ya estaba interviniendo en lo que se denominó ‘Plan Cóndor’, que siempre se dice que fue la coordinación represiva entre las dictaduras del cono sur, pero ya en el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón no sólo intervino la Triple A sino que intervinieron de manera conjunta fuerzas armadas uruguayas y fuerzas de seguridad argentinas en comisarías. Y para hacer todo esto tenía que estar en conocimiento el Poder Ejecutivo con todos sus ministros, y la justicia cómplice que blanqueaba la situación de secuestro y tortura. Entonces San Justo no es sólo lo que se está juzgando acá, sino también nada más y nada menos que la colaboración con dictaduras vecinas. Y por este hecho del ’75 en que mis padres y mi abuela fueron secuestrados y torturados no hay ningún imputado en este juicio. Lo mismo con los hechos de los otros compañeros secuestrados en esa redada”. Sumó además el caso del hermano menor de su madre, Dardo Artigas, que entre el ’75 y el ’77 fue detenido y torturado en Argentina en una visita a las casa de los padres de Victoria cuando tenía 12 años, hecho que declaró en el juicio plan sistemático en Roma.
Sobre el segundo secuestro de sus padres la testigo contó que para el año ’77 la pareja vivía en Berazategui y ya estaban militando en el Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T) y ligados por su actividad a los GAU (Grupo de Acción Unificadora) de la Argentina. Fueron detenidos el 30/12/77, y estuvieron en varios centros clandestinos del “Circuito Camps”: primero en Cot I Martínez, luego en la Brigada de San Justo, luego en el “Pozo de Quilmes” y en el “Pozo de Bandfield”. Agregó que este segundo hecho lo vincula a otro accionar conjunto de la Policía Bonaerense, con las fuerzas armadas uruguayas, esta vez tras la caída en noviembre del ’77 del dirigente montonero Oscar De Gregorio en Montevideo con una cédula de identidad falsa de una ciudadana uruguaya militante del GAU. Ello generó una coordinación entre efectivos de inteligencia uruguaya y agentes de la ESMA argentina que viajaron a Uruguay y desencadenaron unos 50 operativos contra militantes GAU en Montevideo. La persecución hacia esta organización continuó en Argentina para liquidarla por su relación con Montoneros, en lo que dieron a llamar “Operativo Montonero”.
La testigo dijo que por los testimonios de los sobrevivientes Adriana Chamorro y Eduardo Corro pudo reconstruir el cautiverio de sus padres. Así supo que cuando la secuestran su madre estaba embarazada de casi dos meses, pero recién lo confirmó durante su cautiverio y con la ayuda de María Antonia Castro, otra de las detenidas uruguayas que era médica. Chamorro también le confirmó que compartió la celda con su madre durante un período muy largo incluso posterior al parto de Victoria en Banfield, y que mientras Adriana fue trasladada por un día entre el 15-16 de mayo del ’78 a la Brigada de San Justo, fue trasladado su padre de Banfield con un contingente de todos los uruguayos detenidos. Su padre tuvo comunicación con Corro en Banfield, quien le informó que estaba a punto de ser padre, pero nunca pudo saber del nacimiento de la niña. El aviso del nacimiento a la familia lo realizaron algunos de los liberados del “Pozo de Banfield”. También por Corro sabe que su madre estuvo en el Pozo de Banfield hasta por lo menos octubre del ’78. Victoria reflexionó que si bien su padre y su madre siguieron el mismo circuito de traslados, estando en San Justo entre febrero y abril del ’78, sin embargo en este juicio sólo hay imputados por su madre y no por su padre.
La testigo contó además el perverso mecanismo de partos clandestinos y apropiaciones de hijos de desaparecidos que se realizaba en coordinación entre los CCD de San Justo, Banfield y Quilmes. “Yo nací en el Pozo de Banfield, pero fui anotada por el médico Jorge Vidal como nacida en una dirección que es Charcas al 2.700 (entre Venancio Flores y Melo) en Lomas del Mirador, que corresponde al domicilio de otro represor de San Justo que es Carlos Ferreira, que nunca estuvo imputado. Mi cautiverio y mi apropiación fueron gestionadas desde la Brigada de San Justo”. Victoria mencionó además que en los casos de María José Lavalle Lemos fue apropiada por la agente de San Justo Teresa González, y en el de Paula Logares Grinspon por el efectivo de la Brigada Rubén Lavallén. Victoria fue apropiada por Oscar Antonio Penna, comisario mayor y jefe de la Brigada de San Justo durante los años ’78 y ’79, que la entregó a su hermano Víctor y su cuñada María Elena Mouriño. Su apropiador, que la había anotado como Victoria Penna, murió cuando ella tenía un año: “A quien no saben quién pasó a ser la figura paterna? Nada menos que Oscar Penna, responsable del secuestro, torturas y desaparición de mis padres”. Oscar Penna fue procesado y detenido por el juez Corazza en 2005, pero murió impune. 

Pese a todo las abuelas de Victoria, Enriqueta Santander y Blanca Nilo de Artigas siempre la buscaron. Cuando ella tenía 9 años, en diciembre de 1987, fue a verla el juez de Morón Juan Ramos Padilla y le contó que tenía otra familia. Entonces le realizaron el examen de ADN y la llevaron 3 días con una familia sustituta. Luego conoció a sus abuelas y fue a vivir con ellas.
Sintetizando su extensa exposición Victoria Moyano, militante del Ceprodh-PTS, se dirigió directamente al tribunal al decir que “A las víctimas nos tocó declarar sistemáticamente en estos juicios pobrísimos. Somos nosotros los que investigamos, hablamos con testigos y cruzamos datos. Es imposible que este tribunal haga un mínimo de justicia si separan a San Justo de Banfield y Quilmes. Es un error gravísimo. No hay un solo imputado por el paso de mi padre por San Justo, ni por las nietas que fuimos apropiadas con participación de efectivos de San Justo. Fragmentar las causas es garantizar impunidad”. Por último, y tras realizar un reconocimiento a los ex detenidos que se animan a prestar declaración aún pasado tanto tiempo, Victoria lanzó una afirmación que sale al cruce del negacionismo imperante en la era Macri: “Seguimos luchando por cada uno de los 30 mil desaparecidos. Porque son 30 mil, y son más de 30 mil, ya que yo estoy trayendo hoy acá casos no registrados. Porque acá hubo un genocidio y ustedes deben reconocerlo así”, dijo mientras miraba de frente a los jueces.
 

A continuación Néstor Raúl Barberán, hijo del sobreviviente de la Brigada Rodolfo Atilio Barberán, relató el secuestro de su padre y el allanamiento de la casa familiar, que ocurrió cuando él tenía 11 años. Aquella noche del 27 de marzo de 1978 estaban  los padres y 3 hermanos en su departamento del primer piso del monoblock 29 del Complejo Habitacional 17 de Octubre (Ruta 4 y Avenida Crovara - La Matanza) cuando escucharon ruidos extraños y movimiento de gente. Los ruidos se hicieron cada vez más pronunciados y en un momento la madre lleva a los chicos a su pieza, mientras ven que los represores estaban tirando ganchos con sogas para subir por el balcón del departamento, a la vez que otros violentaban la puerta de entrada. “Entraron en manda, como animales” dijo Néstor. Relató que escuchó cómo redujeron a su padre en el piso mientras lo golpeaban y  llevaron a su madre aparte con  tirones del pelo y trompadas. Los represores estuvieron 4 horas revolviendo el lugar y amenazando a toda la familia. Entonces escuchó que se llevaban a su padre y cuando salió a mirar por el balcón vio que lo habían cargado en un Ford Falcon color musgo y se lo llevaron. Pero el tormento no terminó allí, ya que el grupo de tareas volvió a la casa al rato. Golpearon nuevamente a su madre y allí vio que todos los represores estaban armados, algunos vestidos de verde y gris, y que los responsables del operativo se comunicaban por Handy.
El testigo contó que en aquellos tiempos los chicos del barrio conocían muy bien a los profesionales que desarrollaban tareas sociales en el barrio, tanto a los médicos como a las docentes. “En el centro comunitario nos daban chocolate y galletitas, cosa que no siempre teníamos ya que había muchas carencias” dijo. Recordó también que a partir de un momento comenzaron a sucederse los operativos policiales y militares, tanto que una vez el Ejército cercó completamente el barrio, que constaba de varios kilómetros. “Como niños naturalizábamos lo que sucedía y jugábamos a secuestrarnos entre nosotros”, afirmó Néstor. Agregó que además del hecho de su padre también presenció en el barrio el secuestro del médico de la salita sanitaria Jorge Heuman, ocurrido el 29 de marzo del ‘78, cuando “un grupo de personas armadas y en un Falcon los corrieron 100 metros y le dispararon. Después lo arrastraron y se lo llevaron en el auto”. Supo de otros secuestros como los de Aureliano Araujo, Abel De León y un señor de apellido Casco.
Reflejando las consecuencias que la represión tuvo en su familia, Néstor contó que en el tiempo que su padre estuvo desaparecido, aun siendo un niño, tuvo que salir a trabajar vendiendo diarios y garrapiñadas. Siempre encaré muchas cosas, pero nunca pude terminar nada. Me costó mucho superar lo que pasó. Pasamos muchas carencias y nos arruinaron la vida”. Dijo también que cuando su padre fue liberado las cosas habían cambiado mucho en su percepción de la policía: “Pasamos del policía que te ayuda a cruzar la calle a odiarlos.
 

El último testigo de la jornada fue el propio Rodolfo Atilio Barberán, quien relató que llegó al Complejo 17 de octubre con su familia en 1973. Por entonces se enteró que se estaban entregando departamentos y que la obra estaba demorada, con lo cual se organizaron con los vecinos en una ocupación. Se ubicaron en el monoblock 29, escalera 34. Barberán contó que a partir de ello se comenzó armó una comisión vecinal con delegados por escalera que comenzaron a realizar reclamos por la continuidad de las obras y pidiendo servicios de salud y educación que no existían en el barrio. Con el tiempo consiguieron la salita sanitaria, ayuda escolar, obras de agua y sobre todo avanzar en la tenencia provisoria de las viviendas en gestiones ante el Instituto de la Vivienda y el Banco Hipotecario Nacional. Relató la conmoción que causó el secuestro de la referente vecinal Cirila Benítez el mismo 24 de marzo del ’76 y que justamente luego de la misa homenaje a los dos años del hecho él también fue secuestrado. Rememoró el traslado a la Brigada de San Justo y las torturas que sufrió en varias oportunidades. El sobreviviente estuvo en San Justo hasta octubre del ’78, y allí pudo ver a otros detenidos como Jorge Heuman, Amalia Marrón y Norberto Liwski, y supo que también estaban Carlos Prieto y el sr Casco. Fue llevado a la comisaría de General Rodríguez, sufrió un Consejo de Guerra y fue derivado a la cárcel de Devoto. Lo liberaron recién en 1980.

Barberán, hoy secretario gremial de la seccional Misiones del Sindicato Argentino de Músicos (SADEM), contó que su mujer soportó severamente las consecuencias del operativo de su secuestro, y hoy se encuentra internada en Misiones tras sufrir dos aneurismas. La audiencia finalizó abruptamente cuando Barberán padre sufrió una descompensación, debió ser atendido por el SAME, y no pudo regresar a la sala. El Tribunal informó que se acordó concluir el testimonio por teleconferencia desde Misiones donde hoy reside el sobreviviente.
 
La próxima audiencia será el miércoles 3 de octubre desde las 11 hs (un rato más tarde que lo habitual). Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.