El 13 de agosto comenzó en La Plata el juicio por los crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención de la Brigada de Investigaciones de San Justo. El debate incluye imputaciones a 19 represores por 84 casos, 31 de los cuales corresponde a personas detenidas-desaparecidas. LAS AUDIENCIAS SON LOS MIÉRCOLES DESDE LAS 10 AM EN LOS TRIBUNALES FEDERALES DE LA PLATA, CALLE 8 Y 50. (Se extenderá hasta 2019).

martes, 19 de marzo de 2019

13 DE MARZO: VIGÉSIMA PRIMERA AUDIENCIA

DESTINO INCIERTO
 
Con el testimonio de la hija de un militante barrial de La Matanza desaparecido en abril de 1976  continuó el debate por uno de los centros clandestinos más grandes de la zona oeste. Carolina Chamorro contó que hay sobradas sospechas de que su padre Gerardo Chamorro estuvo en la Brigada de San Justo, pero a casi 43 años del secuestro no se ha podido determinar su destino.
 
Por HIJOS La Plata
 
Aunque había programados otros testigos, el único testimonio que se escuchó en la audiencia 21 fue el de CALIXA CAROLINA CHAMORRO, hija del militante barrial Gerardo Chamorro desaparecido el 20 de abril de 1976 tras ser secuestrado de su casa en La Matanza. Carolina contó que al momento de los hechos ella tenía 2 años y su hermano Gerardo (h) 3 años y medio. Vivían con sus padres y su abuela paterna en uno de los monoblock complejo habitacional 19 del barrio Villegas de La Matanza, al sudeste de San Justo y lindante con el cementerio local.
La testigo relató que conoce los hechos por relato de su madre, Pabla Isidora Quiñones. Ella le contó que la noche del 20 de abril del ’76 su abuela escuchó que su padre venía a su casa e iba subiendo las escaleras del monoblock hacia el departamento, ubicado en el segundo piso. Pero en ese momento Gerardo fue abordado por una patota y secuestrado. La familia no pudo ver ningún detalle del operativo, pero por los dichos de una vecina de planta baja supieron que había actuado un grupo de hombres de civil en un auto, que se llevaron a Gerardo mientras él  pedía que lo dejaran porque tenía familia. “A partir de ese momento nunca supimos más nada de mi papá” sentenció Carolina. Agregó que la vecina testigo del hecho no quiso prestar testimonio judicial por miedo y luego se mudó y perdieron el contacto, aunque sabe que falleció.
A partir de ese momento fue su madre la que, comenzando por el debido Habeas Corpus, realizó las gestiones para tratar de averiguar algo. Por un familiar de su padre, y vecino del complejo habitacional 18 de la zona, supieron que una persona que había salido de estar detenido en la Comisaría 48 de Lugano dijo que había visto a Gerardo allí detenido y que le había pedido que si era de La Tablada avisara a la familia que estaba ahí y “que se muevan porque me trasladan de comisaría en comisaría”. Así su madre fue a la Comisaría 48 y le reconocieron un “Gerardo Chamorro de Villegas”, pero que no estaba allí y que fuera a la comisaría de su zona. Entonces fue a la 9na de Ciudad Evita, donde le negaron todo y le recomendaron que fuera de nuevo a la 48. Ese fue el único y último dato que la familia tuvo de Gerardo, que hasta hoy continúa desaparecido.

Carolina relató que sus padres son ambos paraguayos, de origen humilde, y que habían venido de muy jóvenes al país buscando un futuro. SU papá era yesista y azulejista, y para el año ’73 vivía en un barrio de la comunidad paraguaya en Villa Dominico.  Luego se juntó con otros vecinos y comenzaron a organizarse para conseguir un mejor pasar con una mejor vivienda. Así fue como la familia se mudó al monoblock 19 de Villegas. Allí Gerardo continuó con la militancia barrial, fue elegido delegado de su monoblock y coordinaba reuniones con otros delegados de los complejos 4, 5, 6, 17 y 18 de la zona. La testigo dijo que su madre recuerda que una de las personas que se juntaba en su casa con Gerardo era Aureliano Araujo, esposo de Cirila Benítez, ambos referentes sociales del complejo 17, que como ya han narrado varios testigos y sobrevivientes en el debate sufrió especialmente la represión del Terrorismo de Estado. También habló del médico y sobreviviente de San Justo Norberto Liwski, que realizaba tareas sanitarias de base en el complejo 17, coordinaba actividades con Gerardo y según Carolina ayudó mucho a la familia después del secuestro de su padre.
 
Carolina afirmó que conoce la Brigada porque “San Justo es el punto de reunión, el lugar administrativo donde una siempre realizaba trámites. Yo soy docente y siempre asistía a los actos públicos a una escuela que queda en frente a la Brigada, en calle Salta entre Arieta y Almafuerte, atrás de una escuela privada y atrás de la Comisaría 1ra de San Justo”. LA testigo afirmó que fue a la señalización de la Brigada como Centro Clandestino y que “siempre supe que ese lugar funcionó como centro clandestino porque era un tema que salía en espacios de reunión”. Supo que allí estuvo Amalia Marrón, que colaboraba con talleres para chicos en la zona, Aureliano Araujo, Cirila Benítez y también Ismael Zarza “vecino de La Matanza que tuvo varias reuniones con mi papá”. La testigo agregó: “Siempre traté de ver cuáles eran los posibles lugares a los que habrían llevado a las personas secuestradas que residían en La Matanza. Y entendí siempre que quizás en ese lugar estuvo mi papá”.
Finalmente Carolina agregó que su madre le contó que semanas antes del secuestro de su padre había ocurrido un episodio en el que un grupo de policías habían subido al tercer piso del monoblock de su familia a preguntar a un vecino por el nombre de su papá, y habían revuelto toda la casa y se habían llevado cosas”. Ante ello su madre le dijo a su padre que tenía miedo de lo que pudiera pasar, y este le prometió que cuando terminara un trabajo se iban a ir a Misiones. El viaje no llegó a concretarse porque la patota llegó antes a secuestrarlo.
La situación de la familia Chamorro es la de muchos familiares de militantes desaparecidos de la zona oeste, que a 43 años del golpe genocida no han recibido de parte del Estado una investigación acabada que determine el destino de sus familiares. O que, como muchos otros, aun habiendo determinado el paso de las personas secuestradas por la Brigada de San Justo no forman parte de este debate como caso y la desidia judicial pretende que sigan esperando justicia.
Para finalizar su relato Carolina Chamorro exigió “que las personas que están a cargo de tomar decisiones sobre los responsables de cometer estos delitos tan crueles, tengan en consideración todas estas situaciones. Y también que se desafecte la Brigada de San Justo y sea definitivamente un lugar que lo recuerde como centro clandestino. Todavía tengo la esperanza de saber dónde estuvo mi papá”.

La Comisaría 48 de Lugano fue el último lugar donde se vio con vida a Gerardo Chamorro en dictadura. Hoy la dependencia es responsable de parte de la represión en democracia en la zona sur de CABA: tiene en su haber varios casos de gatillo fácil y una historia de razzias, causas fraguadas y otras acciones ejemplares.
 
La próxima audiencia será el miércoles 20 de marzo desde las 11 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

martes, 12 de marzo de 2019

27 DE FEBRERO: VIGÉSIMA AUDIENCIA

LA BRIGADA EN EL TERCER GOBIERNO PERONISTA
 
El testimonio de una sobreviviente de San Justo, confinada allí por casi un mes en Abril-Mayo de 1975, fue una muestra del accionar represivo clandestino en esa sede de la Dirección de Investigaciones en el conurbano oeste durante el tercer gobierno peronista. Y confirmó que la coordinación represiva del Plan Cóndor para entonces ya funcionaba en plenitud.  
  
Por HIJOS La Plata
 

La vigésima audiencia del debate tuvo una sola testigo, la sobreviviente ELBA BALESTRI, que estuvo casi un mes recluida en la Brigada de San Justo tras ser secuestrada el 4 de abril de 1975 en casa de una compañera en Morón.
La testigo relató que por entonces estaba embarazada y con su compañero militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El 4 de abril del ’75 fue por la mañana a la casa de su compañera Ema Lucero, en calle Balcarce 2647 de Morón, junto con el militante Sergio Pra. Al llegar al lugar, cercano a la base aérea de Morón, fueron sorprendidos por un operativo de hombres de civil armados que primero ametrallaron la vereda desde el techo de la vivienda para amedrentarlos y luego los entraron a la casa, los tabicaron y los esposaron. Una vez adentro pudieron ver que el domicilio estaba dado vuelta y había muchos represores dentro. Tras media hora de estar tirados en un colchón fueron subidos en un auto y tapados con una colcha. En el trayecto Elba escuchó que los genocidas dijeron “: Les va a pasar lo mismo que al ‘Capitán’”. Posteriormente ella dedujo que se referían a Alberto Munarriz, secuestrado en noviembre del ’74 en Buenos Aires, llevado al CCD Puente 12 y que continúa desaparecido, a quien sus compañeros apodaban “Capitán”.
Balestri recordó que al llegar a un determinado lugar fue subida por una escalera y llevada a una sala con una camilla donde 3 represores comenzaron a interrogarla e insultarla. Luego la torturaron con picana eléctrica y preguntaban su nombre de guerra y datos de sus compañeros. Ella tenía el documento de identidad en la cartera, con lo que no entendía por qué insistían con la identificación. Les daba su domicilio de la provincia de Córdoba y no le creían. “¡Vos sos uruguaya!”, le decían. Además Balestri notó que los interrogadores no tenían acento porteño, y uno se acercó en un momento y dijo “Esta no es nuestra”. A partir de allí la tortura la continuaron otros represores propios del lugar. Elba pedía por favor que pararan y la atendiera un médico por su embarazo. Aun así continuaron con la picana. La testigo afirmó que en esas circunstancias pudo escuchar que también estaban siendo torturados allí su compañero Sergio Pra y el dirigente de la JP Juan Carlos Dante Gullo. Tras un día de tormentos Elba fue puesta sola en una habitación donde intentó recuperarse. Al recobrar fuerzas logró desatarse, inspeccionar el lugar y pensó en escapar: abrió una puerta, vio una escalera que bajaba, una venta que daba a un patio, pero estaba enrejado, por lo que decidió abandonar la idea. Luego de esto la fotografiaron y le tomaron una declaración. Y tras un par de días la llevan a una habitación grande con otras mujeres. Allí encontró a su compañera Ema Lucero, que le confirmó que estaba en la Brigada de San Justo. Juntas pudieron hacer el recuento de las personas detenidas y dedujeron que había habido varios operativos entre fines de marzo y comienzos de abril en Morón, La Matanza, San Martín, Ciudadela e Ituzaingó, que había un grupo de una veintena de uruguayos secuestrados y que Elba, Pra, Lucero y Ramón Merani, todos argentinos, habían sido los últimos en caer.

La cadena de caídas se había iniciado en Uruguay con la detención en Paysandú del militan del MLN Tupamaros  que tenía su esposa y su hermana viviendo en San Justo. Por eso en los interrogatorios y torturas de todo este grupo de detenidos participaron agentes uruguayos, entre los cuales se identificó al Mayor José “Nino” Gavazzo.  Balestri recordó que en un momento los represores vinieron a buscar a la celda a las militantes uruguayas Emilia Carlevaro y Marina Lombardi y las devolvieron torturadas por agentes uruguayos.
La lista completa de los detenidos en estos operativos es la siguiente:
Uruguayos: Estela Favier de Carpanessi , Clarive Ducassou de Leguizamo, Ana María Bereau, Roque Mario Carpanessi Nadal (esposo de Estela Favier), Luis Miguel Datena Arias, Emilia María Carlevaro de Rocco,  Marta Irene Cardoso De Rodríguez, Carmen Carballo de González, Fernando González Petraglia (esposo de Carmen Carballo), Sonia Magdalena Gonet Maino de Quiroga, Iris Noemi Quiroga Ale de Gimenez, Maria Cristina Olivera Colzani, Abel Ramon Acuña Aggero, Maria Emilia Parola Langhain, Andrés Felix Cultelli Chiribao, Marina Rosa Lombardi de Ruckz, Graciela Tadey Henestroza, Marta Edith Lockhart Santillán, Nidia Malvina Calegari de Cacciavillani, Adolfo Campbell  Martinez, Hugo Maria Wilkins, Circe Bernardette Artigas, María Asunción Artigas Nilo, Alfredo Moyano Santander (esposo de María Asunción) y Enriqueta Santander de Moyano (madre de Alfredo); chilenos: Mónica María Inés Lucero, Ledda Giglia de Felippi y Cesar Dante Lopez; y argentinos: Elba Elida Balestri de Abdon, Ema Delia Lucero de Ivaldo, Flavio Ivaldo (bebé de 11 Meses, hijo de Ema delia Lucero), Ramon Pablo Merani, Susana Noemi Perez de Merani  (Esposa de Merani) y Sergio Pra. La mayoría de estas personas fue luego blanqueada como detenidos legales y liberados. Fue una avanzada sobre la coordinación política que venían llevando adelante, formalmente desde noviembre de 1974, 4 organizaciones político militares del cono sur: el MLN Tupamaros de Uruguay, el PRT de Argentina, el MIR chileno y el ELN boliviano.
Tras un tiempo en esa situación, un día se presentó el entonces jefe de la Brigada de San Justo, el comisario Virgilio Brito y les dijo que a partir de entonces no los iban a torturas más. Brito cumplió funciones como jefe de la dependencia entre octubre del ’74 y enero del ’76, bajo órdenes del Director General de Investigaciones Ignacio García.
La testigo Balestri dijo también que por propia iniciativa buscó y encontró registros de la causa que armaron contra este grupo de militantes, que se encuentra archivada en los tribunales de San Isidro. Allí figuran los nombres del todo el personal de la Brigada de San justo que participó del operativo. También ofreció sumar a la causa copia de una nota aparecida en el diario La Prensa sobre el operativo. En su edición del 11 de abril de 1975 el diario La Prensa tituló “Desbaratóse una poderosa organización subversiva” e informó que “la jefatura de policía informó anoche” sobre el operativo, donde fueron detenidos 21 uruguayos y 4 argentinos. En verdad la información fue publicada por el diario de la familia Gainza Paz seis días después de los operativos, con fotografías de personas que a en ese momento estaban confinadas clandestinamente en la Brigada de San Justo y estaban sufriendo torturas. El diario transmitía sin reveses que la policía definía el accionar como “uno de los más importantes contra la subversión apátrida”. Era un anticipo, en un gobierno constitucional, del rol que cumpliría el medio como vocero de las Fuerzas Armadas en plena dictadura. La Prensa también informaba por esos días que el jefe de la bonaerense, comisario Enrique Silva, participaba personalmente de estos operativos junto al Director de Seguridad, comisario José Arrojo Fernández.

Reflexionando sobre aquellos sucesos, la testigo Balestri dijo que “no tengo dudas de que la Brigada de San Justo se utilizó para prácticas ilegales del Terrorismo de Estado que se desarrollaban como implementación del ‘Plan Cóndor’. Sobre estos hechos nunca se investigó nada. La impunidad sobre estos hechos alienta que vuelvan a repetirse. Eso fue en San Justo en el año ’75 y quedó claro el ’76 el uso de esos lugares oficiales como centro clandestino”.
Balestri afirmó también que en la Brigada el médico de policía que examinó a las detenidas en la Brigada de San Justo fue Jorge Bergés, quien inexplicablemente no forma parte de esta causa pese a haber varios testimonios que lo mencionan actuando en esa dependencia en el período que abarca este debate.
Balestri concluyó su testimonio refiriendo que a fines de abril del ’75 fue trasladada de San Justo a la cárcel de Olmos, donde dio a luz en septiembre de aquel año. Luego fue llevada para un interrogatorio a Devoto y devuelta a Olmos. Finalmente salió en libertad en 1983.
 
Ya en la sexta audiencia de este mismo debate, la perspectiva que abrió Balestri sobre la coordinación de la represión con agentes extranjeros antes del golpe había sido puesta de manifiesto por MARÍA VICTORIA MOYANO ARTIGAS, nieta restituida e hija de los militantes detenidos desaparecidos Alfredo Moyano y María Asunción Artigas, perseguidos en Uruguay, secuestrados en San Justo durante el tercer gobierno peronista y finalmente desaparecidos durante la última dictadura. Moyano dijo que el seguimiento de la familia Artigas lo hacía personalmente José "Nino" Gavazzo Pereira, integrante del Servicio de Información y Defensa (SID) del Ejército uruguayo y activo agente del Plan Cóndor, que como tal estuvo al frente de Automotores Orletti y es responsable directo, entre otros crímenes de lesa humanidad, de la desaparición forzada de 140 uruguayos en la Argentina. Además Moyano mencionó que por una investigación propia pudo determinar que ya en el año ’74 hubo 5 militantes uruguayos detenidos en San Justo, que por allí pasó Amaral García Hernández (hijo de militantes tupamaros secuestrados en Capital Federal apropiado en 1974 y restituido en 1985), y que en el ’75 fueron detenidos en la Brigada 26 militantes uruguayos y 5 militantes argentinos del ERP en un denominado “Operativo Dragón”. De hecho en marzo o abril del ‘75 los padres de Victoria fueron secuestrados por policía bonaerense junto a su abuela paterna, Enriqueta Santander, en Capital Federal. Los tres fueron llevados cuatro días a la Brigada de San Justo e interrogados por personal de inteligencia uruguayo, hecho que declaró su abuela en la causa Camps Nº44 de la década del ‘80. Moyano también aportó que este accionar conjunto de fuerzas de seguridad argentina y de inteligencia uruguaya está documentado en información desclasificada del Estado uruguayo, entre ellos el Memorandum I-09 del ’75, que pidió sea agregado a esta causa.  “Ese fue el accionar de la Brigada de San Justo en el ’74 y ’75”, dijo Moyano y agregó lo que a esta altura es evidente: “en este juicio lo que se está investigando es una pequeña porción de lo que sucedió en este centro clandestino, que lejos de ser un ‘centro de registro de detenidos’ ya estaba interviniendo en lo que se denominó ‘Plan Cóndor’, que siempre se dice que fue la coordinación represiva entre las dictaduras del cono sur, pero ya en el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón no sólo intervino la Triple A sino que intervinieron de manera conjunta fuerzas armadas uruguayas y fuerzas de seguridad argentinas en comisarías. Y para hacer todo esto tenía que estar en conocimiento el Poder Ejecutivo con todos sus ministros, y la justicia cómplice que blanqueaba la situación de secuestro y tortura”.

La investigación, el juicio y castigo de los crímenes cometidos por agentes de San Justo antes del golpe, como por represores uruguayos en la Brigada no es una tarea imposible. Sucede que la voluntad de la justicia argentina para revisar los delitos de lesa humanidad cometidos durante el tercer gobernó peronista es aún morosa y selectiva. En Uruguay el represor “Nino” Gavazzo acaba de ser procesado por el fiscal Ricardo Perciballe junto a otros represores por el caso de los hermanos Anatole y Victoria Julien, secuestrados en septiembre de 1976 en Buenos Aires junto a sus padres, y trasladados de Argentina a Chile por oficiales uruguayos en el marco del Plan Cóndor. La responsabilidad de funcionarios del tercer gobierno peronista en los más de 1.000 asesinatos cometidos entre 1973 y 1976 es hoy innegable, así como la persecución, la cárcel, la tortura y el exilio de miles de militantes opositores al régimen. Ya es hora de discutir a fondo la coordinación desde el Estado de la represión desplegada antes del golpe de marzo del ’76.
 
 
La próxima audiencia será el miércoles 13 de marzo desde las 11 hs (el miércoles 6 no hay audiencia). Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

jueves, 7 de marzo de 2019

20 DE FEBRERO: DÉCIMO NOVENA AUDIENCIA

LOS “CABARETEROS” EN ACCIÓN
 
Con los testimonios de cuatro sobrevivientes de la Brigada continuó desarrollándose el debate por uno de los Centros Clandestinos más grandes del conurbano oeste en dictadura. Dos militantes del Partido Comunista de Lanús y dos médicos que fueron parte de la experiencia de organización barrial en La Tablada describieron los secuestros y torturas sufridas en la dependencia de La Matanza.
 
Por HIJOS La Plata
 
El primer testimonio fue el de NORA FELIZ, en los años ´70 militante de la Federación Juvenil Comunista junto con su esposo Jorge Garra. La pareja vivía en Lanús y Nora militaba repartiendo la prensa del partido. Estudiaba derecho en la UBA, trabajaba en una cooperativa de crédito en Valentín Alsina, y desde que había tenido un hijo se había desvinculado un poco de la actividad militante.
Ya para el año ’77 habían  experimentado los secuestros de varios compañeros de la zona por lo que Nora y Jorge decidieron abandonar su departamento y alternar entre la casa de los padres de ambos. El 30 de diciembre del ’77, a las 7 de la mañana, llegó un operativo a la casa de los padres de Nora en Sarandí. La sobreviviente recuerda la fecha porque era el último día hábil del año y tenía que realizar tareas de balance en el trabajo.  En la casa estaba  la pareja con su hijo y la madre de Nora. El padre, que revistaba como músico en la banda de la Policía Bonaerense, había salido a cumplir sus tareas. Del grupo de tareas que actuó ese día Nora recuerda especialmente a un represor que tenía voz de mando, alto de bigotes, vestido con bombacha de fajina y borceguíes y con un arma larga. Nora pidió vestirse, ya que todavía estaba con ropa de cama, y los llevaron a ella y su esposo. Los pusieron en el piso de un Torino blanco. El viaje duró unos 40 minutos, y Nora recuerda que el chofer iba cantando una canción de Los Pasteles Verdes.
Al llegar a la Brigada de San Justo el vehículo ingresó a un estacionamiento y separaron a Jorge. A Nora la llevaron tabicada a una sala donde había otra gente tirada en el piso. Un represor le preguntó su nombre y le dio un golpe. “Ésta a la parrilla”, ordenó. Entonces fue llevada a una sala donde la depositaron en una cama, la desnudaron, la ataron y la torturaron con picana mientras le preguntaban nombres de sus compañeros. Luego la llevaron a una celda individual, de la que recordó que tenía escritos de los presos en las paredes. También recordó que la dependencia tenía un pasillo con otros calabozos,  un baño al fondo y un patio con techo de rejas. Feliz sufrió varias sesiones de tortura, y en una de ellas trajeron a su esposo para que viera cómo la sometían: lo pusieron encima de ella para que le llegara la conducción de la electricidad.
En su cautiverio Nora comenzó a familiarizarse con los apodos con que escuchaba que se llamaban entre sí los represores: “Eléctrico”, que era el guardia del calabozo, “Jirafa” y “El Jefe”. También escuchó a un grupo de mujeres que cantaban y supo que habían sido detenidas en algún boliche nocturno de copas en Remedios de Escalada. Sobre el régimen de detención la testigo dijo que les daban de comida un mondongo verde y a veces los llevaban al baño. En una de esas salidas pudo ver a su esposo en el pasillo, porque el “Eléctrico” les quitó momentáneamente a ambos los tabiques para que se reconocieran.
Sobre la actuación de personal de inteligencia, la testigo afirmó que en una ocasión escuchó un interrogatorio a un detenido en el patio de la dependencia, al que sindicaban como contrabandista de armas en un camión. A ella la llevaron a una oficina del primer piso en presencia de “El Jefe”, le mostraron fotos suyas amamantando a su bebé e insistieron con las preguntas sobre su actividad política.
Tras dos semanas de calvario, la noche del 13 de enero del ’78, a Nora le devolvieron su anillo de casada y la liberaron junto a su esposo en la avenida Roca de Pompeya. Luego con su esposo comentaron lo sucedido con otros compañeros y llegaron a la conclusión que habían estado en la Brigada de San Justo. También reconstruyeron que la noche anterior a su secuestro los genocidas habían pasado por el departamento de la pareja y por la casa de los padres de Garra, donde habían levantado a los cuñados, para terminar secuestrándolos a ellos.
“Más allá de la tortura me afectó mucho la pérdida de mi trabajo en la cooperativa, donde realizaba tareas sociales y culturales, y para mí era como una militancia. Por esta situación se me venció la cursada de Derecho y perdí la regularidad. Me sacaron el horizonte”, dijo la sobreviviente. En esa situación se aferró a su hijo y consiguió otro trabajo para poder sobrevivir. “Cuando volví mi hijo me rechazaba porque pensaba que lo había abandonado”, cerró la testigo para ilustrar el efecto que la represión dejó en su familia.
 
A continuación se escuchó a JORGE GARRA, esposo de Nora Feliz y militante de la “Fede” como se conoce popularmente a la rama juvenil del Partido Comunista. Garra contó que en los ’70 era secretario de la “Fede” de Avellaneda y, tras el golpe de estado, en el partido había una política de continuar las actividades en los locales habituales “para dar la sensación de legalidad” de lo que se hacía.  De hecho contó que él iba todas las semanas al local de Avenida Pavón en Avellaneda y trataba de sostener algunas actividades.
Así, la mañana del 30 de diciembre del ’77 Garra fue secuestrado con su mujer en la casa de sus suegros. EL grupo lo formaban 4 o 5 represores en dos autos. Tras tabicarlos y llevarlos en un Torino blanco los ingresaron a un lugar del que él vislumbró un portón de chapa oscuro que se abría y un garaje amplio. Allí ni bien ingresó lo recibieron con un “loco”, es decir ponerlo en el centro de un grupo y marearlo a empujones, patadas y piñas. Luego lo llevaron a la sala de torturas y lo picanearon sobre un colchón mojado. Le preguntaban nombres y direcciones y especialmente su nombre de guerra. “Me di una estrategia de no hablar” señaló Garra, “sabía por otros compañeros que hablar no era negocio. Si uno daba un nombre o una dirección era para seguir siendo castigado por más nombres y más direcciones”. Ello le costó 4 días de celda aislada y duras sesiones de picana y “submarino”. Al cuarto día lo llevan de la picana directo por un patio a una celda grande tipo taller con ventanal de vidrio y le dicen “no te hagás matar, hablá”. Luego de ello lo dejaron en la celda individual a dos tabiques frente al baño, hasta que un día escuchó que había un revuelo en la dependencia porque había cambiado la jefatura de la Policía bonaerense de Ramón Camps a Ovidio Pablo Ricchieri. Garra deduce que por eso lo sacaron de donde estaba por unas horas, por si había una inspección sin aviso. En una de las sesiones de tortura participó un médico que realizaba el control de su estado para que siguieran torturándolo. El sobreviviente recuerda que el médico les enseñó a los otros represores un método para que constataran si podían continuar los tormentos apretando un testículo a la víctima, y si reaccionaba tenían vía libre. Otro día Garra escuchó desde su celda que dos represores dijeron “éste al COT no le interesa”. En ese momento no sabía a qué se referían, y mucho después supo que se trataba del Comando de Operaciones Tácticas que coordinaba la represión.
Un día antes de liberarlo lo llevaron tabicado al patio a un interrogatorio con dos represores de civil que le preguntaban por sus posiciones políticas y por la estructura del partido. El sobreviviente los sindica como personal de inteligencia porque “sabían que yo no era un perejil y tenían lenguaje político específico”. Allí vivió un episodio en el que lo destabicaron y le mostraron a un camarada que estaba secuestrado y muy torturado: era José Sánchez, apodado “Negro Black”, que según otros detenidos del PC había sido detenido a fines del ’77 y había cantado a varios compañeros.
Garra recordó que el día que lo liberaron lo llevaron al primer piso de la dependencia y un comisario le dio una charla y le informó que lo soltaban. Así fue que le devolvieron sus pertenencias, lo juntaron con su esposa y los llevaron tabicados hasta Pompeya. Tras salir realizó una denuncia de lo sucedido en la Comisaría 4ta de Sarandí. Para entonces ya había revisado la sucesión de hechos y conocía los secuestros y paso por Brigada de San Justo de sus camaradas Jorge Farsa, Ana Ehgartner, Eduardo “Jimi” Nievas, quienes ya testimoniaron en el debate, y Mabel, una militante y vecina de su barrio. También había reconstruido el operativo en casa de sus padres, horas antes de su secuestro, donde habían levantado a sus hermanos Oscar y Francisco y a su cuñada, que fue liberada esa misma noche. Su hermano Osca fue liberado con Ana Ehgartner el 3 de enero del ’78.
 
El tercer testimonio de la jornada fue el de RAÚL PETRUCH, médico y colaborador del activismo barrial que se había desarrollado en los ’70 en el Complejo Habitacional 17 de La Tablada, partido de La Matanza, donde fueron secuestrados una docena de militantes barriales.
Petruch contó que trabajaba como médico en dependencias de González Catán y Virrey del Pino y también para el municipio de La Matanza, en una dependencia ubicada a una cuadra de la Brigada de San Justo. El 26 de marzo del ’78 había concurrido a la misa que se celebró en San Justo por la liberación y contra la expulsión de Cirila Benítez, detenida hacía 2 años, esposa de Aureliano Araujo, y ambos referentes barriales del Complejo 17 de La Tablada.  El testigo rememoró que a la salida de la actividad estaba con su compañera Elisa Moreno y a la cuadra y media de la iglesia fueron interceptados por un grupo de civiles armados en un auto. Los redujeron, los metieron en el vehículo y los llevaron a un lugar del que recuerda que al ingreso había un garaje con piso de pedregullo. El detalle fue narrado en el debate por otros sobrevivientes de la Brigada de San Justo. Petruch dijo que fue ingresado a la Brigada, llevado a una sala y torturado, sobre lo cual no quiso dar más detalles porque, afirmó, ya lo declaró en ocasiones anteriores en la causa “Camps” o 44.
El sobreviviente dijo que le preguntaban por su actividad política, ya que había pertenecido al PCR. Dijo que identificó el lugar donde fue torturado como la Brigada de San Justo porque trabajaba a una cuadra, y porque antes de su secuestro había sufrido un hecho curioso en el que varios efectivos de la Brigada fueron a la casa  de su padre y se llevaron una foto de él, siendo que en la primera sesión de torturas los represores le mencionaron a su padre y a su primo, que era funcionario judicial. El testigo recordó a algunos de los represores de San Justo como “Tiburón”, “Víbora”, “King Kong” y “Rubio”.  Describió los lugares de confinamiento de la Brigada como un pasillo con cinco grupos de celda a cada lado, un patio de techo enrejado, y una ventana que daba a una sala superior donde se realizaban los interrogatorios.  A él lo ubicaron primero solo. Luego lo sacaron y llevaron a una celda con Amalia Marrón y Jorge Heuman, a quienes conocía de la experiencia barrial en La Tablada, para que “curara” a Marrón de las heridas de la tortura. Petruch definió la situación como falta de todo profesionalismo porque no podía darle a la víctima más que agua. Entonces fue que llegó a la celda un médico policial que quiso canalizar a Marrón sin el menor cuidado higiénico. Como él criticó el procedimiento mandaron a traer medicamentos para la detenida, y cuando llegó el envío pudo saber la identidad del  médico represor porque su nombre figuraba en la receta: era Jorge Héctor Vidal, imputado en este juicio.
Además el sobreviviente recordó que una noche recibieron colchones y les dijeron que los iban a trasladar a Banfield. En una oportunidad se vivió otra situación excepcional: bajó un helicóptero con alguna alta autoridad policial o militar que visitó el lugar y a la que los represores llamaban “el 1-1-1”. Sin embargo el traslado a Banfield se frustró y Petruch fue llevado en camioneta a la Comisaría de Laferrere junto con  los médicos Jorge Heuman, Norberto Liwski, Francisco García Fernández y otros. Allí fue puesto a disposición del Pen, aunque los represores de San Justo, en particular “Víbora” y “Tiburón” seguían realizando “visitas” a la dependencia y decidiendo sobre los detenidos. A él lo amenazaron con que no los llegara a cruzar en la calle y le hicieron firmar una declaración falsa. Dijo que los efectivos de la comisaría le decían “Los Cabareteros” a los de la Brigada, porque realizaban operativos en boliches para obtener informaciones. En Laferrere vivió la llegada de otros detenidos que venían de San Justo como Rafael Chamorro, Juan Rodríguez, apodado “El Chileno”, Abel de León, Amalia Marrón y Elisa Moreno. También pudo recibir a su familia y desde allí lo llevaron a un Consejo de Guerra donde utilizaron aquella declaración fraguada que le obligaron a firmar. Luego, en agosto del ’78, fue llevado a Devoto, pasó por la Unidad 9 de La Plata, por Rawson y recibió la libertad vigilada en marzo de 1982.
El sobreviviente afirmó que presenció una inspección ocular que se hizo hace un tiempo en la Brigada, hoy sede de la DDI La Matanza, y notó modificaciones en el lugar, aunque reconoció una escalera caracol y el patio enrejado tal cual los había visto en los ’70.
Para cerrar su testimonio, que por momentos fue bastante reticente, dijo que pediría “no declarar, si me pasara algo parecido, después de 41 años. Creo que el pueblo argentino se merece que la justicia trabaje rápido y tener una respuesta ante todas las adversidades que tenemos. Mi único deseo es que esta causa termine rápido y se sepa lo que ha ocurrido en este país”.
 
El último testimonio de la jornada fue el de FRANCISCO MANUEL GARCÍA FERNÁNDEZ, al igual que Liwski, Heuman y Petruch, médico y colaborador de la experiencia de organización barrial del Complejo Habitacional 17 de La Tablada.
El testigo relató que se había recibido de médico en la UNLP, con especialidad en pediatría. Trabajaba en el Centro Médico Gallego, junto a Hilda Ereñú, por entonces esposa de Norberto Liwski, quien a su vez había sido compañero de la Facultad del testigo. Francisco tuvo una experiencia de trabajo en un dispensario barrial en Ciudad Oculta, donde un grupo de vecinos se organizó para la ocupación del Complejo de viviendas N º 17 de La Tablada. Así los referentes sociales Aureliano Araujo Y Cirila Benítez lo invitaron a crear una sala en el nuevo barrio. Allá fue como voluntario y armó el dispensario con sus compañeros Liwski y Jorge Heuman. El testigo describió aquella actividad como “atención de baja complejidad en territorio, conociendo de cerca las dificultades de la gente y conformando un grupo de mujeres como nexo entre los médicos y los pacientes. Luego se integraron maestras para hacer apoyo escolar. Hoy este tipo de actividades las avala económicamente el Estado, pero entonces eran consideradas subversivas”.
La madrugada del 4 de abril de 1978 hubo un operativo en casa de sus padres, que vivían con sus tíos y primos. Tras ingresar y reducir a todos comenzaron a realizar amenazas mientras preguntaban por él. Luego se llevaron a sus padres y dos primos. En el lugar quedaron una prima y una tía con un grupo de 4 represores. El resto fue llevado a la Brigada de San Justo hasta la tarde del día posterior, cuando los liberaron en Lugano. Enterado por su esposa del secuestro de sus padres, García Fernández decidió ir a ver a su compañero Liwski. Allí lo secuestraron el 5 de abril de aquel año. El médico tocó el timbre y atendieron el portero. Cuando subió lo detuvieron, le pusieron un tabique, esposas y lo colocaron en el baúl de un auto. Tras 30 minutos de viaje lo bajan en un garaje con pedregullo. Fue salvajemente torturado con picana y “submarino seco”. Le preguntaban cosas al voleo, aunque sabían que él había tenido cercanía con el PCR. Estuvo 3 días aislado en una celda, tras lo cual trajeron a Liwski herido de bala en una pierna. Desde esa celda escuchaban con su compañero los comentarios de los represores reunidos en una oficina cercana. Así supieron de la visita del alto jefe llamado “1-1-1” que vino en helicóptero, pero no visitó su celda. El que sí los fue a ver fue el represor apodado “El Coronel”, que los amenazó para que hablaran. García Fernández recordó a los represores “Tiburón”, “Víbora”, “Araña”, “King Kong”, “Rubio” y “Teta”. Los dos primeros eran los que tenían mando. AL tiempo empezaron a recibir una comida en mal estado que según los guardias venía del regimiento 3 de La Tablada. Un día los prepararon para un traslado grande, que finalmente no se realizó. Finalmente el 1 de junio del ’78 los represores “Tiburón” y “Víbora” les anunciaron que serían liberados. Entonces sucedió un traslado grande en camioneta a Laferrere, ya narrado por otros testigos. Al igual que otros sobrevivientes García Fernández describió el trato en Laferrere como más leve, con visitas de la familia. Confirmó la llegada a ese lugar de otros detenidos de San Justo como Abel De León. Sin embargó allí fueron amenazados de firmar una declaración que luego se usó en un Consejo de Guerra realizado en la sede del Comando del Primer Cuerpo de Ejército. “Fue una parodia” dijo el testigo, “los defensores, los fiscales y los jueces era todos militares. Se declararon incompetentes en todos los casos y enviaron la causa al juzgado federal de Anzoátegui”.
Tras dos meses y medio en Laferrere, García Fernández estuvo otros dos meses en Devoto, pasó por la Unidad 9 de LA Plata hasta su liberación en 1980. Al igual que otros secuestrados legalizados en el SPB, en la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al país en 1979, pudo declarar ante integrantes del organismo.
García Fernández contó que cuando salió en libertad tuvo que pedir un auto prestado para ponerse a trabajar realizando visitas médicas a domicilio. Sin embargo al poco tiempo lo volvieron a tomar en el Centro Médico Gallego, de lo cual estuvo siempre agradecido.
El testigo reconoció en el álbum de represores al genocida Ricardo Juan García, apodado “Rubio”, a quien individualizó por la mirada de ojos celeste. También recordó que en el año ’87, junto a Liwski, individualizaron al represor Rubén Alfredo Boan, Alias “Víbora” en una rueda de reconocimiento en la Cámara Federal porteña, tras su aparición pública en un operativo por narcotráfico del el represor impune habría participado. Para finalizar la jornada el médico y sobreviviente de San Justo reflexionó “Espero que esto sirva para mantener la memoria de una situación terrible que sufrió el conjunto de la gente. Esto es una colaboración. Es muy duro venir acá y revivir todo esto. Uno va sepultando estas cosas en el inconsciente para que no aparezcan pero creo que hoy volver a revivirlo es útil”.
 
 
La próxima audiencia será el miércoles 27 de Febrero desde las 11 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

sábado, 2 de marzo de 2019

VÍDEO: JUICIO BRIGADA DE SAN JUSTO


Entrevista a compañero de HIJOS La Plata sobre el Juicio a la Brigada de San Justo, realizada por la Retaguardia Reaccionaria.