METÁFORAS DEL TERROR
Se escucharon los testimonios de los hermanos de Gustavo Lavalle y de una sobreviviente que supo del paso de varios secuestrados llevados desde San Justo al Pozo de Banfield y luego desaparecidos.
Por HIJOS La Plata
La audiencia se inició con el relato de ADRIANA HERMINIA LAVALLE, de 65 años, que declaró por teleconferencia desde su casa. Describió el secuestro de la familia de su hermano Gustavo Antonio Lavalle, ocurrido el 20 de julio de 1977 en su domicilio de José C Paz. Gustavo, su nuera Mónica María Lemos, embarazada de 8 meses, junto a su sobrina María de 15 meses fueron llevados a la Brigada de San Justo, donde estuvieron 6 días en el caso de María, y los padres hasta septiembre del mismo año. María fue llevada a la casa de unos vecinos de la familia y los padres trasladados al Pozo de Banfield, donde Mónica dio a luz a María José a comienzos de septiembre del ’77. De allí la pareja fue desaparecida y la bebé trasladada con horas de vida a la Brigada de San Justo, donde fue apropiada por la sargento de la bonaerense María Teresa González y su pareja Nelson Rubén. Tras la lucha de las familias paterna y sobre todo de la abuela materna, Haydé Vallino de Lemos, María José recuperó su identidad en 1987 y los apropiadores González y Rubén fueron condenados a 3 años de prisión en suspenso.
La testigo, hermana mayor de Gustavo, relató que quien se ocupó desde un primer momento del tema fue su padre, Francisco Lavalle, que fue a visitar a su hijo como todos los domingos y se encontró la casa de José C Paz reventada. A través del relato de los vecinos pudieron saber que hacía cuatro noches se habían llevado a la familia entera en ropa de cama, ya que estaban durmiendo cuando llegó el operativo. Francisco pudo ver las puertas arrancadas de la vivienda y la casa revuelta. Cuando quiso denunciar el hecho en la comisaría de la zona le dijeron que tenía que esperar hasta el lunes para realizar el trámite. Paralelamente realizó los correspondientes Habeas Corpus, que presentó en la justicia de San Martín, ya que vivía en Villa Pueyrredón, Capital Federal.
Adriana relató también que una semana después del hecho, la familia recibió un llamado telefónico anónimo a la casa de Villa Pueyrredón, donde una voz masculina pedía hablar con Francisco “si quiere volver a ver a su nieta”. Entonces conminaron al abuelo para vaya a buscar a su nieta María a un domicilio de Haedo, cerca de la casa de los abuelos maternos: el dato, no menor, denota que los represores tenían muy presente todos los movimientos de la familia, ya que los abuelos Lemos se habían mudado hacía poco tiempo a la zona. Así fue que Francisco Lavalle encontró a María en la casa de un vecino que la había recibido en un moisés y muy descuidada. “La nena estaba con la mirada fija, en estado de shock. No reconocía nada. Es una de las tantas metáforas de lo que es el terror”, dijo Adriana intentando describir lo que había vivido la niña, que presenció el secuestro de sus padres, el traslado a un centro clandestino y la separación de su familia. María vivió toda su infancia con miedos a los ruidos fuertes, a las sirenas y a los uniformados, que la llevaron a sufrir convulsiones. Con la ayuda profesional pudo superar la situación, pero lo que más la ayudó fue reencontrar a su hermana.
En 1985 se iniciaron investigaciones sobre una mujer policía que había revistado en San Justo entre enero del ’76 y marzo del ’78 y que tenía una hija cuya edad coincidía con la de la criatura nacida en cautiverio. Tras la judicialización del caso en los tribunales de Morón, las pruebas genéticas demostraron con un 99.98% de certeza que la niña era hija de Mónica y hermana de María. Adriana Lavalle contó en la audiencia que el reencuentro y la adaptación de María José con la familia no fue fácil: “Ella sufrió violencia física y psicológica de parte de la apropiadora. Le costaba comunicarse. Además le estábamos presentando una familia vacía, sin los padres, y éramos personas desconocidas para ella”. Pero a medida que se encontraron las hermanas todo fue un poco más fácil.
Adriana también relató que por disposición municipal y a pedido de los vecinos la ex calle 17 de octubre donde secuestraron a los Lavalle-Lemos se llama hoy “Gustavo y Mónica”. “Eran muy queridos en el barrio, sobre todo Mónica. Vivieron menos de dos años en el barrio, pero se los sigue recordando”, dijo la hermana de Gustavo. Adriana contó también que la certeza de que Gustavo y Mónica pasaron por el Pozo de Banfield la tienen por el testimonio de Liliana Zambano, sobreviviente de Banfield que llegó al CCD cuando María José ya había nacido, pero supo que Mónica fue “trasladada” el mismo día que ella llegó, en septiembre del ’77.
Los detalles del caso fueron relatados por las hermanas en la segunda audiencia de este juicio, pero los demás familiares sumaron desde su visión lo que significó la desaparición forzada en la familia, que además el 6 de agosto del ’77 sufrió el secuestro y desaparición del hermano de Mónica, Mario Alberto Lemos, que tenía un taller de trabajos en cuero con Gustavo Lavalle y activaba en la sindicalización de los artesanos en Plaza Francia
Adriana contó que en la desesperada búsqueda la familia contactó a varios informantes, tanto integrantes del Ejército como de la Iglesia católica y en una oportunidad, a través de un secretario de Monseñor Plaza, Arzobispo de La Plata, pudieron confirmar que Mónica había dado a luz en cautiverio. Una vez más, el caso confirma la complicidad y pleno conocimiento de la Iglesia respecto al plan sistemático de represión, torturas, desaparición y apropiación de bebés.
A su turno, ARIEL FRANCISCO LAVALLE, hermano menor de Gustavo, brindó un breve relato de lo que él recuerda sobre los hechos, cuando él tenía 16 años. Contó que la última vez que vio a su hermano fue el sábado 17 de julio del ’77 en casa de sus padres. Lo recuerda bien porque fue su cumpleaños, y Gustavo vino a saludarlo. Allí comentó que con su esposa Mónica estaban haciendo trabajo barrial y tenían a la segunda nena en camino. “Estaba muy asustado” reconoció Ariel, y dijo que su hermano “comentó que se sentía perseguido por la represión. No sabía si presentarse en la comisaría y decir ‘Acá estoy’”. Ese encuentro familiar fue la última vez que vieron con vida a Gustavo. Al domingo siguiente su padre fue a visitar a la familia de Gustavo y encontró el desastre.
Ariel también recordó que cuando le tocó realizar la colimba en el Escuadrón Riobamba de Granaderos, sufrió amenazas de muerte y distintos amedrentamientos: “Que no se enteren los superiores de lo de tu hermano desaparecido porque sos boleta” le dijo el jefe de escuadrón.
Analizando las consecuencias de la desaparición forzada Ariel dijo que “La familia quedó rota. Mis padres perdieron un hijo y nosotros perdimos un hermano. Cuando murió mi padre, mi madre dijo frente a la tumba ‘Ahora tengo donde llorar a mi hijo’. Las consecuencias de esto no terminan nunca, ni siquiera con cómo educás a tus hijos, tratando de que no odien por lo que pasó”.
El último testimonio de la jornada fue el de la ex detenida LILIZANA ZAMBANO, secuestrada el 30 de agosto de 1977 cuando tenía 22 años y era estudiante de historia de la UNLP y vivía en un departamento frente a la comisaría 9na de La Plata. Zambano fue llevada a la Brigada de Investigaciones de La Plata, a uno de los centros de Arana y al “Pozo de Banfield”. Fue citada específicamente por la identificación que realizó en Banfield de varias personas desaparecidas, ya que además es víctima y caso en las causas por esos CCD y ha declarado en esos procesos.
La testigo relató que fue secuestrada junto a Jorge Gilbert y Zacarías Moutokias por personal de civil que los trasladaron a la Brigada de La Plata, en el centro de la ciudad, para luego derivarla a uno de los centros de Arana, donde sufrió torturas y estuvo dos noches. Luego la volvieron a llevar 1 semana a la Brigada La Plata y el 8 de septiembre del ’77 la trasladaron a la Brigada de Investigaciones de Banfield. Cuando llegó fue ubicada sola en un calabozo. Sin embargó comenzó a comunicarse con otros detenidos y supo que allí estaban Diana Galetti y Virginia Allende, a las que conocía porque ambas habían sido sus profesoras de historia.
Zambano describió que en el piso de Banfield donde ella se encontraba había dos pabellones: uno a la izquierda donde entre otros estaba Rafael Perrota, director del Diario Cronista Comercial, y otro a la derecha en el que estaba ella. En ese ámbito Zambano pudo saber que allí estaban María del Carmen Percivatti y su esposo Daniel Manzotti (ambos desaparecidos), una chica llamada Mercedes y su esposo, y Laura Futulis, militante montonera de la zona de Caseros que estaba secuestrada junto a su esposo Miguel Eduardo Rodríguez. Todos se conocían entre si y habían sido duramente torturados en la Brigada de San Justo. Futulis le contó que entre los secuestrados estaba la pareja Lavalle Lemos, que en septiembre Mónica había dado a luz a una niña y que la otra niña había sido llevada con los abuelos. Además, Zambano deduce que el mismo día que ella llegó a Banfield hubo un “traslado” grande de detenidos entre los que estaba Mónica Lemos. Lo recuerda porque la hicieron limpiar el pabellón donde habían estado estos detenidos y encontró un pantalón de embarazada que había usado Mónica.
Además, Zambano pudo saber de otros detenidos como María Elena Ianotti, militante del Partido Comunista en Marlo y secuestrada en septiembre del ’77 en una carpintería que tenía en esa localidad la familia Moreno, junto a los hermanos Antonio Domingo y José Eduardo Moreno Delgado, ambos sobrevivientes y caso en este juicio. Los tres fueron llevados primero a San Justo y luego a Banfield.
Zambano describió también el perverso mecanismo que los represores hacían correr entre los detenidos, ya que les referían que iban a ser trasladados en avión al sur del país para ser puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, con lo cual debían estar en ayuno y desprenderse de sus pertenencias. Los famosos “traslados” no eran otra cosa que la el asesinato y ocultamiento de los cuerpos. “Todos ansiaban el traslado, para ser puestos en situación legal y poder ver a sus familias”, reflexionó Zambano.
Finalmente Zambano relató que fue liberada a fines de octubre del ’77 cerca de Claypole, con la amenaza de que “naciste de nuevo, pero andáte de La Plata”.
Tras escuchar los testimonios de esta semana queda flotando en el tribunal otra de las metáforas del terror: por defección de la justicia platense, pese a escuchar a los familiares en el juicio que relatan que toda la familia Lavalle Lemos pasó por la Brigada de San Justo, sólo está imputado en el juicio por los 4 casos el represor Hidalgo Garzón, mientras que el grueso de los genocidas sólo recibió acusación por el caso de María Lavalle. La querella de la familia pidió ampliar la acusación y el TOF 1 lo negó amparado en cuestiones formales. Recordemos que en la segunda audiencia de este debate el juez Esmoris se sacó de encima el tema afirmando que “las falencias de la instrucción no se resuelven con nuevas falencias en el debate oral” y el juez Vega hizo lo propio diciendo que como jueces no están dispuestos a pagar los costos de esta situación ya que “más allá de lo justo y racional del pedido, no se ajusta a derecho”. La fragmentación de la investigación de hechos del Terrorismo de Estado es una nueva mecánica de la victimización hacia los familiares. La justicia federal platense pretende que la familia Lavalle Lemos siga esperando un juicio justo. Esto, claro, si es que los imputados siguen vivos para cuando se realice tal debate.
La próxima audiencia será el miércoles 7 de noviembre desde las 10 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.
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