APARICIONES
Con
dos testimonios de concepto continuó el debate por uno de los CCD más grandes
del conurbano oeste en dictadura. Diana Kordon habló sobre los efectos
psicosociales del terrorismo de Estado, en especial sobre los delitos sexuales
como parte del plan genocida. Sofía Egaña expuso sobre la tarea de
identificación de los restos del detenido-desaparecido José Reinaldo Rizzo,
víctima y caso en esta causa identificado en 2009.
Por HIJOS La Plata
El
primer testimonio correspondió a DIANA KORDON,
médica, psiquiatra,
psicoterapeuta y coordinadora del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación
Psicosocial (EATIP). Convocada como testigo de concepto por la querella
del espacio Justicia YA, Kordon es coautora de los libros: “Efectos psicológicos
de la represión política”; “La impunidad: una perspectiva psicosocial y
clínica”, “Desarrollos sobre grupalidad: una perspectiva psicoanalítica”;
“Paisajes del Dolor Senderos de Esperanza, Salud Mental y DDHH en el Cono Sur”;
“Efectos psicológicos y psicosociales de la represión política y la impunidad.
De la dictadura a la actualidad”; “Sur dictadura y después…Elaboración
psicosocial y clínica de los traumas colectivos”; entre otros. Algunos de sus
trabajos pueden leerse en
La
psicoterapeuta comenzó con una reflexión sobre su implicación en este juicio y
dijo que
“estos
son juicios históricos para Argentina y para el mundo. Son fruto de la lucha sostenida
de más de 40 años del pueblo argentino y de los organismos de Derechos Humanos.
Por eso deben realizarse en las mejores condiciones para obtener justicia por
los 30 mil detenidos desaparecidos y por eso pedimos la apertura de archivos
por los miles de desaparecidos cuyo destino se desconoce”. Además agregó “yo estoy implicada
directamente por lo que sucedió. Conocí personalmente los hechos sucedidos en
el Complejo 17 de La Tabalada y conozco el terror que causó la represión”.
Además dedicó su testimonio a la memoria de Luis Tarquini, ex detenido de la
Brigada de Investigaciones de San Justo que falleció antes de poder dar
testimonio en este debate.
A
continuación presentó un extenso y detallado PowerPoint para desarrollar sobre
los efectos psicosociales del Terrorismo de Estado. En principio dio una
definición al decir que “la situaciones traumáticas de origen social, como es
un genocidio, inciden tanto en las personas que los sufren directamente como en
el cuerpo social en su conjunto”. Así según Kordon el efecto sería en múltiples
generaciones y también a través de las generaciones “porque a más de 40 años
del golpe genocida ya estamos trabajando sobre efectos en la tercera generación
afectada por este fenómeno”. Por ello afirmó que desde el EATIP conciben lo
ocurrido con la dictadura militar como un Genocidio, en el sentido estricto del
“aniquilación material de un grupo social” que ha desarrollado el sociólogo
Daniel Feierstein en sus trabajos, pero, agregó Kordon, “correspondida con la
necesidad de producir modificaciones en las relaciones sociales” y sobre todo
con el hecho de que “el poder que implementa el genocidio produce una narrativa
para intentar generar consenso sobre lo ocurrido”.
Así,
para Kordon el sistema de terror de la dictadura se propuso tanto la represión
directa, con el secuestro, la tortura, la desaparición, la apropiación de
niños, las torturas sexuales, el exilio, etc, como elementos constitutivos,
como también la instalación de un discurso dominante que garantizara las
condiciones para el control social. En el caso argentino la psiquiatra citó las
campañas de inducción psicológica que desarrolló el régimen dictatorial a
través de los medios de difusión masiva para culpabilizar a las víctimas e
imponer el silencio sobre lo sucedido. “El objetivo era crear un modo de
comprensión de los sucesos que estaban ocurriendo y que la población asumiera
como natural el terror y la represión dictatorial”, afirmó Kordon.
Además
explicó el mecanismo de las situaciones traumáticas, aquellas donde ciertos
estímulos invaden violentamente la vida psíquica de la persona, donde se siente
que se pierden todos los apoyos donde sustentarse y donde el sujeto no está en
condiciones de metabolizar lo que le sucede. Así, una situación traumática de
origen social como lo es ser víctima directa o indirecta del terror represivo,
tiende según Kordon a producir parálisis y desestructuración psíquica, por eso
dificulta la implementación de defensas adaptativas: “es tal la potencia del
estímulo que la persona no puede responder”.
Con
ello, además del sentido individual que se le otorgue al hecho traumático
sucedido, Kordon destacó el procesamiento social de las situaciones traumáticas
y dijo “yo no conozco ninguna otra experiencia en donde se haya vivido situaciones
de terror de parte del Estado en las que haya habido un proceso de respuesta
social al traumatismo como la hubo en la Argentina. No ha ocurrido ni en países
vecino donde hubo dictaduras militares. En el caso del Holocausto se tardó 20
años para empezar a revisarlo socialmente. En Argentina la lucha contra la
impunidad y el castigo a los responsables se dio durante la misma dictadura”. Por esto si hay un procesamiento individual,
pero también social de los fenómenos, esto lleva a pensar a lo social no como
externo al sujeto sino como parte de la interioridad de la persona. Por eso una
respuesta social a los discursos dominantes establecidos por el represor rompe
la alienación que ese discurso pretende y hace a un lado el mandato de silencio
social sobre lo sucedido, que no sólo opera obligando a callar sino también
instando a ser vocero de ese discurso dominante.
Kordon
definió con claridad la estricta mecánica de la tortura, lo que vale tanto para
las prácticas dictatoriales como para las veladas prácticas represivas en
gobiernos constitucionales a los que cuesta mucho llamar democracia: que la
tortura es una práctica sistemática ejercida por agentes del Estado en función
de tales cuyo objetivo, además del de obtener información para la
represión, es aniquilar la resistencia de la persona y destruir su identidad, incluida
la autoestima. En esa “experiencia extrema en la que ronda el fantasma de la
muerte” se impone la destrucción del esquema corporal y se vivencia una soledad
extrema de la que, quizás, nunca se vuelve.
Ahora, sobre una forma específica de la tortura, los
delitos sexuales, la especialista estableció que fue en dictadura una práctica habitual en los centros clandestinos de
detención, una práctica que ha sido y es poco denunciada, ya que las víctimas
en general sólo lo han contado a personas muy cercanas.
En lo ensencial la tortura sexual, como forma
extrema de la violencia de género, tiene como efecto atemorizar y
confinar a la mujer a un espacio psíquico y simbólico de subordinación y temor permanente.
Pero lejos de reducirse a la acción de algunos individuos que solo buscan el
logro personal de una satisfacción sexual o el ejercicio de un poder de
sometimiento sobre la mujer, tiene múltiples afectaciones (psíquicas,
biológicas y relacionales) y como
política de Estado en dictadura buscaba destruir la identidad y el
funcionamiento sexual en la mujer ya que el cuerpo erógeno es el núcleo de la
identidad personal, y tiene en el varón un efecto destitutivo del rol asignado
de macho fuerte y activo.
Para Kordon los delitos sexuales son motivo de un doble silenciamiento: desde el Estado que los
produce, antes desde el aparato militar-policial- penitenciario, pero hoy se
dice “lo personal es político” y “el Estado es responsable” ante un crimen
sexual, pero por otro lado también desde las víctimas, que se identifican con
la culpabilización.
“La sanción jurídica y social de la tortura
sexual en el marco del Terrorismo de Estado en la Argentina contribuirá a la
reparación colectiva de las víctimas y a la lucha contra la impunidad” afirmó
la psicoterapeuta.
Llegados a este punto para Kordon la
importancia de las prácticas de respuesta social a los diversos crímenes de
Estado radica
en la construcción de representaciones sociales y enunciados identificatorios
contra hegemónicos. En sus propias palabras: “Así como las Madres de Plaza de Mayo ocupan la
escena pública durante la dictadura exigiendo la aparición con vida de los
detenidos desaparecidos, el juicio y castigo a los culpables, juegan un rol de
desnaturalización de la represión y fundan un nuevo principio de realidad, de
denuncia y de demanda hacia el Estado. Por eso el movimiento de DDHH sostenido a lo largo de más de 40 años tuvo un
papel fundamental que es la lucha
contra la impunidad”. Pero además Kordon
fue más allá y planteó que así como es destacable el papel de las
mujeres en la resistencia anti dictatorial es hoy el surgir del poderoso
movimiento de mujeres el que posibilita dar un marco de respuesta
social a los delitos sexuales. Hoy hay un mejor marco para plantear que lo sexual es simultáneamente privado y social.
A entender de la especialista, por eso mismo hoy se comienzan a escuchar con
mayor soltura algunos testimonios de tortura sexual ocurridos en los Centros de
exterminio de la dictadura, porque hay una mayor elaboración social de la
intensa relación entre la acción
colectiva y lo individual o singular.
En una brillante y extensa exposición, Kordon depuso también sobre
la memoria como campo de disputa, el efecto reparador de los juicios a los
genocidas y la transmisión de lo traumático del Terror de Estado en la segunda
y tercera generación de afectados, los hijos de desaparecidos, los jóvenes
apropiados e incluso los hijos de los genocidas que se han formado y
visibilizado como uno de los más recientes colectivos de Derechos Humanos que
repudian el genocidio y hasta reniegan de sus apellidos.
Finalmente, a pregunta de la querella de Justicia Ya sobre el
efecto de la ausencia física de los genocidas imputados en las audiencias del
debate, Kordon planteó que la presencia de los verdugos al momento de
testimoniar los sobrevivientes es una situación muy fuerte, pero no
necesariamente traumática, ya que la víctima puede eventualmente relatar hechos
y situaciones frente a su verdugo que de otra manera no las podría decir. En
los juicios de La Plata parece empezar a imponerse la modalidad contraria,
presencia de los represores al inicio del debate para las indagatorias y luego
ausencia total hasta la sentencia.
El testimonio de Diana Kordon devela en esencia que esa memoria
pensada como disputa tiene batallas específicas y que la aparición en los
relatos de los sobrevivientes de los delitos sexuales que sufrieron y su
conceptualización como delito autónomo y parte esencial del plan sistemático de
represión va a tono con el avance del movimiento de mujeres en el planteo de
estas problemáticas y debe recibir la debida atención y castigo de parte de la
justicia.
A
continuación se escuchó a otra testigo de concepto, SOFÍA EGAÑA, antropóloga e integrante del Equipo Argentino de
Antropología Forense que realizó una descripción de la tarea de identificación
de José Reinaldo Rizzo, secuestrado el 17 de noviembre de 1976 y asesinado tras
pasar por los CCD Brigada San Justo y Brigada de Investigaciones de Lanús
(Avellaneda), conocido como “El Infierno”.
Convocada
por la querella de Justicia YA, Egaña explicó que el EAAF trabaja como auxiliar
de la justicia aplicando la ciencia forense para la identificación y
determinación de causales de muerte de restos esqueletizados, descompuestos o
quemados, en contextos donde hubo personas desaparecidas y cuerpos sin
identificar. En este caso su tarea consistió en un análisis antropológico,
médico forense y genético sobre restos óseos derivados desde la Asesoría
Pericial de La Plata (APL) y recuperados en distintas exhumaciones realizadas
por orden judicial desde 1984.
La
licenciada explicó que por entonces “diversos juzgados ordenaron el
levantamiento de restos en 8 o 9 cementerios de la provincia de Buenos Aires,
que fueron derivados para su análisis a la Asesoría. En esos años las exhumaciones se hicieron de
forma inadecuada por bomberos o sepultureros, utilizando maquinaria pesada, lo
que impidió determinar las condiciones de hallazgo y evidencia asociada a esos
cuerpos”. Agregó que luego los organismos de DDHH y el Estado convocaron al doctor
Clyde Snow, antropólogo norteamericano fundador el EAAF, y se comenzó un
trabajo sistemático y científico de recuperación de restos. Y entre las
primeras exhumaciones del año ’84 se recuperaron los restos de quien
posteriormente fue identificado como José Reinaldo Rizzo en el cementerio de Isidro
Casanova, La Matanza, conocido como “cementerio Villegas”. Fueron derivados a
la APL, guardados en bolsas en depósito hasta fines de los años ’90.
Recién
en 2002, por oficio judicial, el EAAF recibió esos materiales para su análisis.
Se trataba de un total de 77 cajas y bolsas con evidencia y carteles casi
ilegibles, de los cuales se rearmaron los restos de 70 personas, 17 mujeres y
53 hombres. Esos restos fueron llevados a la Morgue Judicial de CABA y tanto el
EAAF como el Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema, realizaron los
estudios.
En
lo que interesa a este debate, Egaña explicó que entre los restos había un
grupo de 5 cuerpos hallados en fecha 31/12/76 en La Tabalada y con causal de
muerte asentada como “hermorragia aguda”. Una de las actas llevó a la
identificación de los restos de Rizzo. En su caso el material eran 2 bolsas
negras inventariadas como Nº28 y 54, etiquetadas como “sin rótulo” y una de las
bolsas con una etiqueta que decía “bolsa 18 ic nº7” (ic refiere a Isidro
Casanova). Del estudio antropológico de los estos se determinó que se trataba
del esqueleto de una sola persona al que le faltaban huesos de manos y pies, y
correspondían a un masculino adulto, de entre 36 a 48 años, de 1,75 metros de
altura, sin patologías graves anteriores a la muerte y con material
odontológico que aportaba a la identificación. Los restos presentaban varias
lesiones producidas en circunstancias de la muerte de la persona: fracturas en
la mandíbula, clavícula izquierda, húmero izquierdo, cúbito derecho, 3 costillas
izquierdas y segunda vértebra lumbar, todas compatibles con lesiones producidas
por al menos 3 proyectiles de arma de fuego. De hecho se encontró un fragmento
de proyectil alojado en una vértebra. La coincidencia entre el hallazgo del
cuerpo en Tablada, su ingreso al cementerio en Isidro Casanova y los detalles
del análisis forense, sin embargo no eran suficientes para la identificación
científica plena. Por ello en 2008 se envió material a un laboratorio de EE.UU.
para cotejar el perfil genético de los restos junto con material de los
perfiles genéticos producidos a través de muestras del banco del EAAF de
familiares de desaparecidos, parte de su campaña “Iniciativa Latinoamericana
para la identificación de personas desaparecidas”. El resultado dio en 2009 un 99,9% de compatibilidad con la
identidad de José Rizzo.
Finalmente Egaña señaló que de los 70 cuerpos exhumados originariamente como
parte del proceso en el que ella tuvo participación, se identificaron 40
personas. Recordemos que como parte de su tarea el EAAF ya
recuperó 1.400 cuerpos e identificó a 795 personas detenidas-desaparecidas. Los informes
anuales de la tarea del organismo pueden verse en
José
Reinaldo Rizzo fue trabajador de la fábrica Cegelec y delegado gremial en esa tarea.
Además integró el grupo de militancia que para el año ’76 se encontraba armando
el Partido Peronista Auténtico en la zona, junto a otros referentes
desaparecidos como Gustavo Lafleur, Ricardo Chidichimo y Héctor Galeano, todos
sindicalistas de La Tablada, Villa Luzuriaga y Villa Constructora, que fueron
secuestrados en serie y llevados primero a San Justo y luego a Avellaneda.
En
la 3ra audiencia de este debate Nancy Rizzo, hija del dirigente gremial, dio su
testimonio con las cenizas de su padre en una urna de madera y dijo “No es
morbo, mi papá está acá presente”.
Relató el secuestro de su padre por una patota de tipos de civil de la humilde
casilla que ocupaban en la calle Berón de Estrada de La Matanza. Lo recordó
como una persona muy solidaria y combativo en los reclamos laborales y afirmó
que durante un lapso previo al secuestro su padre había estado escondido porque
había sido golpeado y amenazado por punteros de la patronal. Nancy relató la
búsqueda infructuosa que realizó su madre, hasta que por dos hermanos de
apellido Solís y Nilda Eloy, todos ex detenidos del CCD “El Infierno”,
confirmaron el paso de José con vida por ese lugar hasta fines de diciembre del ‘76. Nancy detalló que
por sus averiguaciones hoy sabe que su
padre fue asesinado y su cuerpo plantado a 15 cuadras de la casa de la familia
con información fraguada de un supuesto enfrentamiento recordado
periodísticamente como “El tiroteo de Aldo Bonzi”. Nancy contó además que todo
el procedimiento en la Morgue policial de La Plata fue irregular, que los
restos de su padre fueron exhumados en 1984 en el cementerio Villegas de San
Justo, identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 2009 y
recién entregado a la familia 1 año más tarde. Nuevamente la desidia judicial se
impuso en el caso: en esta causa como en la ya elevada a juicio por el CCD
“Infierno” sólo se contempla el secuestro y tormentos a Rizzo, pero no por su
homicidio, producido desde la Brigada de Lanús. “¿Me van a decir que esto no es
un homicidio?”, preguntó Nancy a los jueces señalando la urna con los restos de
su padre, y agregó “Yo esperé 42 años este momento. Uds van a decidir si creí
en la justicia en vano o no”. Con esa sencilla frase se impuso el reclamo de un
poco de coherencia, es decir que se haga pesar judicialmente algo que no en
todos los casos sucede, y que es toda una aparición: la confirmación de la
identidad de los restos y de la verdad sobre el destino final de las personas
que quiso eliminar el Terrorismo de Estado. La oportunidad de saldar tanta
indolencia aún está abierta.
Y
si de enmiendas se trata, al finalizar la audiencia el fiscal Agustín Vanella
realizó un planteo donde advirtió que en la instrucción de la causa realizada
por el Ministerio Público hubo un error en la identificación de una víctima. Se
trata de quien según testimonios era apodado “Polenta” y quien en principio se
identificó como Ricardo Pérez, supuestamente secuestrado en Hurligham el
16/9/77 junto a Enrique “Pluma” Rodríguez y llevado a la Brigada de San Justo
entre octubre y diciembre de ese año. Ahora, por diversas averiguaciones, habría
indicios de que “Polenta” es la víctima Luis Ángel García. Con ello
solicitó la citación a prestar declaración de Pedro García, hermano de la
víctima, Carlos Rivarola, ex militante de la UES que conoció a García, y volver
a convocar a Adriana Martín y Elda Rodríguez, que ya declararon en el debate.
En
el Registro Único de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) figuran los
datos de Luis Ángel García Cabrera, de 20 años, oriundo de Capital Federal,
secuestrado el 30/9/77 en San Justo. Aclarada la situación y sin oposición de
las partes, se hizo lugar al planteo y se citará a los testigos requeridos para
profundizar los hechos de la desaparición de García.
La próxima audiencia será el miércoles 3
DE JULIO desde las 11 hs. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los
Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.
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