El 13 de agosto comenzó en La Plata el juicio por los crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención de la Brigada de Investigaciones de San Justo. El debate incluye imputaciones a 19 represores por 84 casos, 31 de los cuales corresponde a personas detenidas-desaparecidas. LAS AUDIENCIAS SON LOS MIÉRCOLES DESDE LAS 10 AM EN LOS TRIBUNALES FEDERALES DE LA PLATA, CALLE 8 Y 50. (Se extenderá hasta 2019).

miércoles, 20 de febrero de 2019

13 DE FEBRERO: DÉCIMO OCTAVA AUDIENCIA

FAMILIA DIEZMADA 

Por HIJOS La Plata
Los Araujo son una familia numerosa. A fines de la década del ’60, varios hermanos y primos habían venido desde Misiones para buscar oportunidades de trabajo en la Ciudad de Buenos Aires. Se instalaron en la Villa 15 Ciudad Oculta, entre Lugano y Mataderos, pero la cosa no fue lo esperado. Por entonces había un plan de erradicación de villas miseria y se hizo un censo de familias para poder acceder a una casa mejor. Sin embargo para comienzos de los ’70 los Araujo se enteraron que las casas, aún en construcción, estaban siendo entregadas a otros destinos como empleados públicos o gente de las fuerzas de seguridad. Entonces decidieron organizarse con otros vecinos y realizar una ocupación de lo que eran los distintos complejos que se estaban terminando. Los Araujo fueron a parar al Complejo nº 17, ubicado en avenida Crovara y Camino de Cintura, frente al Regimiento 3 de La Tablada, en La Matanza. Allí pudieron tener una vivienda más digna, pero sobre todo fueron parte de una experiencia de organización barrial que fue ejemplo de la autogestión vecinal, a la vez que blanco de la represión. Seis de los integrantes de la familia sufrieron la persecución del Terrorismo de Estado, cinco de ellos fueron secuestrados y llevados a la brigada de San Justo y forman  parte como caso de la acusación de este juicio.
La audiencia 18 se inició con el testimonio de OLGA ARAUJO, una de las hermanas menores, que relató los dos secuestros y torturas que sufrió con exactamente 2 años de diferencia en marzo del ’76 y del ’78.
Olga inició su testimonio portando una foto suya de joven, tomada entre el primero y segundo hecho sufrido. “Hablo por esta adolescente que fue secuestrada y torturada en dos oportunidades”, dijo, y agregó “mis ojos en esta foto dicen bastante del dolor que yo llevaba adentro”. La testigo relató que en 1976 tenía 16 años y estaba realizando el secundario en un colegio de monjas en Flores. La noche del 26 de marzo de 1976 se encontraba de visita en casa de su hermano mayor Aureliano en el Complejo 17 de La Matanza. Su hermano estaba casado con Cirila Benítez y ambos tenían actividad política: Aureliano era presidente de la Junta Vecinal del barrio y Cirila estaba a cargo de la comisión de madres. Aquella noche Aureliano no estaba en casa. Cirila, Olga, su hermana Teresa Araujo y los hijos de Olga y Aureliano descansaban. Entonces cayó de madrugada un operativo de personas armadas y de civil que rompieron la puerta del departamento y a Olga la despertaron con un arma en la sien. Los represores redujeron por separado a las 3 mujeres y los chicos, dieron vuelta toda la casa, se robaron dinero y un reloj. Buscaban a Aureliano, que no estaba en ese momento. Entonces se llevaron a Olga, Teresa y Cirila tabicadas y las pusieron en el piso de una camioneta mientras iban cantando una canción de Tormenta de moda en la época. Tras un tiempo de marcha las llevan a un lugar hasta hoy iniceto, pero que pueden ser los CCD “Puente 12” o el “Vesubio”, ambos cercanos a Autopista Ricchieri y Camino de Cintura. Allí fueron bajadas a un sótano y ubicadas en un calabozo donde había un banco de cemento contra la pared. Tanto Cirila como Olga fueron salvajemente torturadas con picana eléctrica. A Olga se le corrió el tabique en una sala grande y vio un escenario donde 6 grupos de represores torturaban en mesas y colchones a distintos secuestrados. “Era una fábrica de la tortura”, definió la testigo. Olga pudo ingeniárselas para espiar por un ventiluz y vio pasto en los alrededores. También escuchaban el entrenamiento de perros, un tren cada tanto y a veces algunos disparos. A los 4 días liberaron a Teresa. Luego les realizaron un simulacro de fusilamiento. Tras 6 días de calvario Olga fue liberada. Cirila quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y luego, por tener nacionalidad paraguaya, fue expulsada del país.
Una vez que pudo regresar a casa de sus hermanos Olga estuvo un par de días más en Buenos Aires y luego se fue a Misiones a casa de sus padres. Allá fue con el consejo de sus hermanos mayores de que no dijera nada de lo que había pasado. Siguió estudiando, pero no conseguía trabajo y decidió volverse a Buenos Aires en el ’77. Al volver siguió estudiando y se recibió de técnica. Pensaba que todo se había calmado, pero la represión seguía operando a destajo. 

Se encuentra agregado a la causa un informe con base en material de la Dirección de Inteligencia de la bonaerense (DIPPBA) que detalla que la Delegación de Inteligencia n° 1 de Morón-San Justo, venía haciendo tareas sobre Cirila y otras personas activistas del barrio. Allí realizaban una semblanza completa de Cirila y la sindicaban como organizadora de la ocupación en el Complejo 17 y como militante del PCR. En base a ese informe se desató luego la cacería. El 26 marzo del ’78 Olga concurrió una misa en la catedral de San Justo que se hacía para pedir por la no expulsión del país de su cuñada Cirila. Fue acompañada de sus primos, de Amalia Marrón, que realizaba tareas de apoyo escolar en el Complejo 17, e Ismael Zarza, vecino del barrio. Al salir de la actividad fueron interceptados por una patota en varios Ford Falcon. A Olga le ponen un arma en la espalda y uno le dice “¿Sabés lo que significa perder?”. “Yo ya sabía, y no quería volver a pasar lo que ya había pasado”, dijo la testigo. Entonces la tiran al piso y le encuentran el DNI. Así uno de los represores festejó “¡Tenemos a un Araujo!”. Todavía estaban buscando a su hermano Aureliano, que iba a caer secuestrado recién dos semanas después. Olga, Marrón, Zarza, Estanislao Araujo y otras personas que salían de la misa fueron encapuchados y llevados a la Brigada de San Justo. Olga fue ubicada primero en una celda sola. Allí pudo escuchar las torturas a otros detenidos y la voz del médico Jorge Heuman, esposo de Amalia Marrón, que colaboraba con la sala sanitaria del barrio. Olga sufrió otra sesión de tortura, mucho pero que la anterior. Sobre el punto la testigo aportó: “Cada mujer hoy presente en esta sala sabe que la desnudez, el manoseo, la picana en los genitales, todo eso es una violación”. Además afirmó que en la tortura había un médico presente que controlaba lo que sucedía. “Yo quería morirme, si hubiera encontrado la forma de suicidarme lo hubiera hecho”, dijo Olga. Así paso un tiempo aislada, luego en una celda con otra gente, luego de nuevo aislada. En una de esas oportunidades pudo hablar con una chica que le dijo que era prostituta y que iba a salir. Entonces ella le pidió que avisara a su familia en el Complejo 17 que ella y Estanislao estaban allí, cosa que la chica hizo. En otra oportunidad compartió la celda con Elisa Moreno, esposa del médico Raúl Petruch, con Amalia Marrón y Nora Liberman, esposa de Luis Tarquini. Allí podían destabicarse cuando los represores se descuidaban. Un día sacaron a las otras mujeres de la celda, trajeron a su hermana Lina Araujo, las destabicaron para que se vieran mutuamente y se la volvieron a llevar. También supo que había caído su cuñado Abel de León, esposo de Lina. Además, como las hacían lavar la ropa que traían o robaban en operativos, Olga pudo ver un pantalón marrón con un agujero de bala y sangre en la rodilla. Supo que el médico Norberto Liwski, que también colaboraba en el barrio, había llegado allí porque conocía esa prenda. Luego pudo ver ropa de su hermano Estanislao y hasta la llevaron en su presencia para decirle: “¿La conocés? Es tu hermanita. Si no hablás la vamos a hacer mierda. En la Brigada también sufrieron un simulacro de fusilamiento, con un represor que hacía las veces de cura confesor y les pedía que dijeran lo que sabían antes de morir. Olga también supo de una chica menuda y de pelo oscuro que estuvo muy poco tiempo en la celda. Dijo llamarse Mónica y estaba preocupada por su bebé. Muy probablemente se trate de Mónica Lemos, secuestrada junto a su esposo Claudio Logares en Uruguay y llevada a San Justo, desde donde apropiaron a su hija Paula Logares.
Una noche varios detenidos fueron obligados a vestirse con la ropa con que habían llegado, y fueron llevados a una oficina en el primero piso donde el genocida José Antonio Raffo, que manejaba el centro clandestino con el alias de “Tiburón”, les dio un sermón diciendo que “son de los pocos afortunados que van a tener un segundo parto, porque tenemos el poder de dejarlos vivir”, pero que si los volvían a encontrar eran boleta, tras lo cual les anunciaron que serían liberados. Esa misma noche de mayo del ’78 Olga recuperó su libertad tras 56 días de cautiverio. La soltaron desde una camioneta en medio de un basural junto a otras 7 personas, entre ellas su primo Estanislao,  Ismael Zarza y un muchacho apodado “El Tano de Morón”, que iba al barrio a colaborar. Tras este segundo hecho Olga volvió a cruzarse a un grupo de represores de San Justo en un auto, que le dijeron “¿Todavía estás acá?”. Entonces decidió irse a Misiones, donde al tiempo se enteró que su hermano Aureliano había sido liberado. La testigo dijo que le costó mucho recomponer su vida, que vivía con miedos y hasta pensó en suicidare. Por suerte recibió la invitación de Aureliano de irse a Holanda. Él ya había sido blanqueado al PEN, pasado por la Comisaría de Laferrere, expulsado del país y acogido al carácter de refugiado político del Alto Comisionado de Naciones Unidas (ACNUR). Olga siguió los pasos de su hermano, se fue primero a Río de Janeiro y luego a Holanda como asilada. Luego se fue a Canadá a estudiar, se doctoró en filosofía y letras, se casó y tuvo hijos. “Rehíce mi vida, pero me faltaba esto, volver a testimoniar para que se haga justicia”, dijo la testigo.
Olga no duda de haber estado en la Brigada de San Justo, por todos los datos que comentó y por el detalle de que escuchaban las actividades de una escuela contigua al chupadero, y porque participó de la inspección ocular que se hizo en el lugar. Entre los represores a los que recuerda por sus apodos Olga mencionó a “King Kong”, “Víbora”, “Tiburón”, “Rubio o Buggy”, el “Chino”, “Eléctrico”, “Araña”, “Foca” y otros. Al exhibírsele el álbum de fotos de los genocidas de San Justo reconoció a los imputados en este juicio Héctor Carrera y Rubén Boan.
Para finalizar su extenso y detallado testimonio Olga Araujo afirmó con resolución “Yo decidí que a mí no me quebraron, que no lograron su cometido. Soy sobreviviente de 2 Centros Clandestinos de Detención y del cáncer. No destruyeron a nuestra generación, seguimos presentes y aquí estamos. La lucha de los sobrevivientes no termina cuando nos liberan, sino que sigue día a día para poder sobrevivir. Por eso debe haber justicia”.
El siguiente testimonio fue el de ABEL DE LEÓN, esposo de Lina Araujo, activista barrial, trabajador y sindicalista del ámbito del comercio, que sufrió casi 9 meses de cautiverio en la Brigada de San Justo. Comenzó relatando que fue secuestrado en la casa de su cuñada Viviana Araujo en Palomar, el 8 de abril del ’78. Ese día estaban en el domicilio Viviana, su esposo Ramón Rodríguez, Abel, Lina y los hijos de ambas parejas. Los represores que irrumpieron a la casa estaban en su mayoría uniformados con ropa del Ejército, y algunos de civil. En seguida separaron a Abel de las mujeres y, tras arrancar el cable de un velador, comenzaron a torturarlo con electricidad.
Luego los trasladaron a Abel y Lina encapuchados dos autos diferentes hasta la Brigada. Al llegar a Abel lo llevan directamente a la tortura con picana. Como relataron otros testigos, Abel confirmó que un médico coordinaba la tortura, que en su caso llegó hasta la salvaje aplicación de electricidad a través de un fierrito introducido en su pene. Luego lo ubican en el 2do calabozo. En el 1ro estaban Amalia Marrón, Elisa Moreno y Olga Araujo. En una de las ocasiones en que lo llevaban al baño, Abel pudo levantarse el tabique y vio a su cuñado Aureliano Araujo, al que casi ni reconoce por el estado en que lo dejó la tortura. También supo que en la celda de enfrente estaban los médicos Jorge Heuman, Norberto Liwski, Raúl Petruch y Francisco Manuel García Fernández, todos colaboradores de la sala sanitaria del Complejo 17 de La Matanza. De León describió el trabajo en el barrio afirmando que había mucha solidaridad entre vecinos, unas 600 familias, y que se formaban asambleas de hasta mil personas. Abel era trabajador de comercio, y actuaba como delegado en su sindicato. También participaba de la comisión vecinal, habían propuesto una lista y ganaron los comicios para elegir autoridades. Desde allí trabajó en la construcción de una sala sanitaria, que primero fue de madera y luego se amplió a otra de material. Con los médicos colaboradores iban a pedir muestras gratis a los laboratorios para cubrir las necesidades de vacunas o contra enfermedades respiratorias de los niños.
Confinado en San justo Abel estuvo 14 días sin comer, y se las ingenió para comunicarse con golpes con los detenidos de celdas contiguas. Su mujer estuvo 8 o 10 días en la Brigada y fue liberada. Abel pudo hablar con Aureliano Araujo y Atilio Barberán, y confirmó que estaban en San Justo. En el chupadero también confirmó que hubo inteligencia previa en su búsqueda: “Te estuvieron buscando como 3 meses, todo el Ejército”, le dijo el guardia apodado King Kong, con el que logró cierta confianza por ser ambos de origen chaqueño. El sobreviviente recordó que supo que en San Justo también estuvo secuestrado el abogado Miguel Isaac Berenstein, secuestrado en mayo del ’78 tras anteponer recursos de hábeas corpus por algunos integrantes de la familia Araujo.

El 2 de julio del ’78 De León y otros detenidos, entre ellos Atilio Barberán, fueron llevados de San Justo a la Comisaría de Laferrere: “fue uno o 2 días después de finalizar el Mundial de fútbol”, rememoró. Allí se reencontró con varios de los militantes del barrio que venían de la Brigada. En el traslado tuvo que soportar que el genocida Boan, apodado “Víbora”, le dijera que No te maté porque si no esos negros de mierda (en relación a los vecinos del Complejo 17) te iban a hacer un monumento”. Él lo enfrentó, pudo ver su rostro y le dijo “Si te encuentro en la calle cambiá de vereda”.
Tras sufrir un Consejo de Guerra al que calificó como “una payasada total”, y pasar a la cárcel de Devoto en agosto del ’78, De León fue liberado el 24 de diciembre de ese año. Al salir volvió al trabajo y al barrio, y continuó activando socialmente. Quizás por ese motivo sufrió una segunda detención y fue llevado unas horas a lo que él deduce que es el CCD “Puente 12”. Luego de eso se refugió en Misiones, de allí a Brasil, esperó el refugio político del ACNUR y terminó en Holanda, donde ya estaba parte de su familia. Volvió al país durante el gobierno de Alfonsín y continuó viviendo de su trabajo hasta el día de hoy. “Hace 41 años que espero justicia” cerró el testigo hablando directamente a los jueces del TOF1 de La Plata, “y espero que este tribunal esté a la altura. Nosotros contamos día por día y año por año para ver presos a los represores y para tener justicia antes de morirme. No es una cuestión personal, acá está toda la sociedad contra un grupo de asesinos”.
En tercer término se escuchó la testimonial del sobreviviente ESTANISLAO ARAUJO, que habló por videoconferencia desde la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal de Posadas. Relató que al momento de su secuestro vivía en el Complejo 17 de La Matanza en la casa de su hermana Ignacia Araujo, casada con Ismael Zarza. Confirmando lo relatado por su prima Olga, dijo que fue secuestrado el 26 de marzo del ’78 cuando salía de la misa celebrada en San Justo por la liberación de Cirila Benítez, la esposa de su primo Aureliano Araujo. Tras ser reducidos con Olga, Zarza, Amalia Marrón y otros fue tabicado y llevado a la Brigada, a la que recuerda como un lugar húmedo y con mal olor. Lo subieron a los golpes a una sala y lo dejaron tirado en el piso. Esa noche lo llevaron a torturar, mientras hacían preguntas por Aureliano y otros activistas del barrio. Eso duró varios días, hasta que lo pusieron en una celda junto a Zarza, Atilio Barberán y Abel De León. Luego fue ubicado junto a un militante del barrio apodado “El Tano de Morón”. Sobre esta persona recordó que estaba casado y tenía una hija. También que en cierto momento los sacaron a un patio para un simulacro de fusilamiento, y que “El Tano” le gritaba a su mujer, que también estaba detenida y respondía a la distancia.
El testigo dijo que en las sesiones de tortura os represores “Tiburón” y “Víbora” se comunicaban entre ellos y coordinaban las tareas. En un discurso que les dio antes de liberarlos, “Tiburón” lo amenazó con que se fuera de la provincia de Buenos Aires. Tras 56 días de confinamiento Estanislao fue liberado en un basural de Soldati junto a su prima Olga, Zarza, “El Tano” y otras 4 personas cuya identidad desconoce. Al finalizar el sobreviviente dijo que tras su liberación vivió mucho tiempo con pesadillas y que para rearmar su vida decidió irse a trabajar a Villa Gesell.
El último testimonio de la jornada fue el de VIVIANA ARAUJO, hermana de Lina, Olga y Estanislao, y cuñada de Abel de León. En total coincidencia con lo declarado por De León, la testigo rememoró el sábado 8 de abril del ’78, cuando estaba en su casa del Palomar con su esposo Ramón Rodríguez, su hermana Lina, su cuñado y los chicos de ambas parejas, llegó un operativo de hombres armados que los redujeron y dieron vuelta la casa. A ella la ubicaron con Lina y los chicos, mientras los hombres fueron llevados a otra pieza. Ellas escuchaban los gritos de Abel y Ramón, en evidencia de sufrir torturas. A Viviana la levantó del piso el jefe del operativo y la llevó encañonada por la casa. Le preguntaba por su hermano Aureliano, que vivía allí pero no estaba y regresaba ese día a las 7 de la tarde del trabajo. Para que le diera información el represor la hizo rociar con bencina y la amenazaba de prenderla fuego con un soplete que pertenecía a su hermano. Luego el grupo de represores se dividió en dos: unos se llevaron a Lina y Abel y otros se quedaron con Ramón esperando a Aureliano. A las 7 de la tarde los genocidas dijeron “Vamos que cayó el pez gordo”. Entonces supieron que Aureliano había sido detenido. Y se fueron. Lina fue identificada en la Brigada de San justo y liberada. Tras esto, Viviana acompañó a su hermana a su casa del complejo 17 de La Matanza y se quedó a vivir allí con ella. Fue un golpe más para la familia, que ya había sufrido el secuestro de su cuñada Cirila en marzo del ’76 y de sus hermanos Olga y Estanislao en marzo del ’78. Al tiempo recibieron la visita de una ex detenida de San justo que les dijo que había visto a Lina torturada en ese lugar. En junio del ’78 pudieron saber que Aureliano y otros referentes del barrio estaban en la Comisaría de Laferrere, y allá fueron a visitarlo. Luego lo acompañaron en el pedido de asilo para que saliera del país. En una de esas oportunidades Viviana fue a llevar un escrito al Consulado de Francia y al salir la cruzaron unos represores de San Justo en un auto: “¿Llegó Olga?”, le dijeron, dando a entender que ya la habían liberado.
Viviana relató que cuando se inició la ocupación del Complejo 17 de La Matanza muchas viviendas estaban sin terminar, así que los vecinos se organizaron para que la empresa constructora concluyera las obras. “En invierno había enfermedades por el frío, y en verano diarrea por la falta de agua”, señaló. También recordó la tarea social que se realizaba en el Complejo y las necesidades que tenían las mujeres del barrio: “Todas salíamos a trabajar de empleadas domésticas o en costura, así que no teníamos dónde dejar a los chicos. Por eso se hizo una guardería con biblioteca y actividades recreativas que coordinaba Amalia Marrón”, dijo.
Al mirar el álbum de fotos de los represores de San Justo la testigo individualizó a dos represores. Uno que estaba en el operativo en su casa y la tenía reducida en el piso. Otro que le preguntó por Olga cuando la cruzó al salir del consulado francés.
Viviana finalizó su exposición exigiendo a los jueces: “Ustedes que tienen la posibilidad de impartir justicia, al momento de hacerlo espero que tengan presente a mis hijos y mis sobrinos que son personas sin odio ni venganza, pero que hace años deambulan pidiendo justicia”.
La próxima audiencia será el miércoles 20 DE FEBRERO desde las 11 HS. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario